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Columna
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Calentamiento global

Las fiestas de Lekeitio culminaron en una batalla campal que se extendió por todo el municipio. La villa donde residió durante años la última emperatriz de Austria-Hungría fue escenario de esa revolución de pacotilla que consiste en incendiar contenedores y romper mamparas de cristal. Sesenta mil euros en daños. ¿Pagarán el estropicio los aitas de los chiquillos? Seguramente no.

El Ayuntamiento emitió un comunicado condenando los hechos, pero insertó en él un texto discutible: atribuía los disturbios al "calentamiento global" que el paisito ha padecido este verano. Los medios han reproducido la expresión sin ninguna ironía, aunque acaso pudo haberla en la redacción original. ¿La hubo de verdad? Lo terrible es que probablemente no. ¿Qué puede señalar, en un contexto guerrillero, la expresión "calentamiento global"? Aún más, si hablamos de calentamiento, estamos en Lekeitio y nos hemos desprendido de toda veleidad imperial centroeuropea, más que un calentamiento global el nuestro sería un calentamiento comarcal, o estrictamente pueblerino.

La lengua se ha transformado en un magma donde las palabras se mueven como animales fofos y cansados, incapaces de perforar el aire y alcanzar un objetivo. Antes las palabras eran dardos. Ahora son masas de plastilina pesada y endurecida. Por eso, si el Ayuntamiento atribuye al calentamiento global los daños producidos por unos fanáticos, habría que hacerle llegar un libro de estilo. Y es que se reproducen los mismos soniquetes, las mismas frases hechas. Josu Erkoreka, por ejemplo, respaldó el argumento consistorial calificando los disturbios como "daños colaterales", colaterales, se entiende, a la política estival del Departamento de Interior.

El lenguaje político se ha convertido en un mantra hipnotizante, vacío y sin sentido. A partir de ahora, cuando uno se enfade con su amigo o con su abuela, siempre habrá lugar a una insólita eximente: "Perdona, ha sido un calentamiento global". E incluso el Gobierno vasco, ante estas objeciones, podría contraatacar con un nuevo aluvión de frases hechas: por ejemplo, si los hechos de Lekeitio son fruto del "calentamiento global", se podría argumentar que la Ertzaintza sólo persigue una aplicación "sostenible" de la ley. Meter por algún sitio la palabra "transversal" también da buena prensa. Lo sostenible suena ecológico. Hágase el Gobierno con el término, ya que la oposición también recurre a los estribillos de Greenpeace.

La confusión verbal puede llevarnos a confundir los términos, acuñar inéditos conceptos, revolucionar nuestro paisaje político: calentamiento colateral, daños globales, transversalidad sostenible. Mientras tanto, la casa sin barrer. En este caso, Lekeitio sin barrer. Y eso sin contar con que los responsables del estrago no van a pagar nada, ni civil ni penalmente: todo es fruto del calentamiento global.

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