En clave catalana
En el calendario político español, las elecciones más próximas son las catalanas. En octubre de 2010, si la legislatura se completa como es voluntad del presidente Montilla. En junio, si la sentencia del Constitucional sobre el Estatut llega algún día y provoca el estallido del tripartito. Como es obvio, el primer y principal objetivo de cualquier partido político es la conquista de nuevos espacios de poder y el mantenimiento de los que tiene. Todo lo demás son pretextos. Si no fuera así, no se daría el acoso permanente al adversario sin pruebas que aportar, las promesas imposibles, la reiteración de consignas que se sabe perfectamente que son mentiras, las falsas descripciones de la realidad pro domo sua, o las descalificaciones permanentes del rival con palabras gruesas y estilo agresivo nada ejemplares. Si alguna vez el interés general pasa por delante es porque se dan una serie de circunstancias que hacen verosímil que éste coincida con el interés de partido. De modo que durante el próximo curso la crisis será pretexto recurrente de la batalla política pero, en el fondo, pesará mucho la clave catalana. En Cataluña, el PSOE tiene mucho que perder y el PP lo tiene todo por hacer. Las elecciones españolas quedan todavía muy lejos. Lo que ocurra en Cataluña marcará tendencias.
La canción del otoño: menos impuestos contra más impuestos, o sea, PP y CiU contra PSOE
No serán las políticas anticrisis ajenas al debate catalán. Por ahí se perfilan vías de mejor entendimiento entre CiU y el PP que entre CiU y el PSOE. Superada la fase comunitarista y cristiana que representaba el pujolismo, aunque en rigor teórico hablar de nacionalismo liberal sea una contradicción en los términos, el liberalismo está tomando posiciones en el seno de CiU. Y desde luego Mas y los suyos no dejarán pasar la posibilidad de hacerse con la bandera siempre popular de la bajada de impuestos enfrente del aumento que con la boca pequeña está proponiendo el PSOE. Puesto que el debate, como ocurre siempre en política, se reducirá a una oposición simple -partidarios de subir impuestos contra partidarios de bajarlos- será imposible una discusión seria que quizás pondría de manifiesto que las dos partes se equivocan.
De la experiencia acumulada en crisis anteriores, parece que queda claro que en los ciclos negativos, para volver a la senda del crecimiento y evitar tensiones sociales insostenibles, hay que insuflar dinero en el sistema, con el consiguiente aumento del déficit de las cuentas del Estado. Esto se puede hacer aumentando el gasto o bajando los impuestos, o por los dos medios a la vez. Pero después de unos años en que el equilibrio presupuestario ha sido horizonte ideológico insuperable, la impaciencia por volver pronto a cuadrar las cuentas puede hacer cometer disparates que retrasen todo el proceso. Lo primero es volver a la senda del crecimiento. Sólo después se puede pensar en regresar al orden presupuestario. Ni el PSOE queriendo subir los impuestos ahora, antes de tiempo, ni el PP con su alegre cuadratura del círculo, que exige austeridad y menos impuestos al mismo tiempo, parecen haber entendido este problema. Y de eso creo que se quejaba el conseller Castells en su crítica al Gobierno español. La que será la canción del otoño ya suena: menos impuestos contra más impuestos, o sea, PP y CiU contra PSOE, que se ha metido solito en este lío. Al PSOE no le quedará otro remedio que sobreactuar y buscar legitimidad en una acentuación de su perfil social y de izquierdas.
Pero será la sentencia del Estatut, si llega, la que acabará dando el tono de la temporada. Las elecciones catalanas son decisivas para el PP porque, si no tapa el agujero que allí tiene, ganar en España seguirá siendo complicado. Por eso el PP intentará dar imagen moderada en Cataluña. No es fácil que el demonio con cola que recusó el Estatut refrendado por los catalanes, aparezca al mismo tiempo como el ángel benefactor que puede a dar a CiU la mayoría necesaria para gobernar, precisamente en el momento histórico en que esta formación abandona la cultura de la conllevancia del pujolismo para dar un paso más en la construcción nacional de Cataluña. Tampoco lo tiene fácil el PSOE que es el que gobierna España y, por tanto, el primero al que se dirigirán las miradas si el Estatut naufraga. La clave de la legislatura la marcará el impacto que la sentencia tenga en Cataluña. Una respuesta unitaria firme de los partidos catalanes tensaría las relaciones con España y en especial entre el PSC y el PSOE. Unas elecciones anticipadas pondrían en marcha una dinámica de cambio electoral que quizás ya no se detendría hasta las elecciones españolas.
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