El vino y la leche

Estos días estamos asistiendo al espectáculo de una vuelta de rosca más en el proceso de expulsión de los pequeños agricultores y sus familias de sus explotaciones.

Asistimos a una crisis brutal de precios tanto en la leche como en el vino. Ambos, factores principales de permanencia de población en nuestro entorno rural. Bajada de precios que se convierte en la gota que colma del vaso de una bajada progresiva de estos últimos años y el aumento progresivo de costes y que, como resultado, tenemos cientos de familias de agricultores y ganaderos que no pueden hoy seguir adelante con sus producciones.

Se trata de una crisis que amenaza de forma global la viabilidad y futuro de nuestros pueblos, no sólo económica, sino social y medioambiental. Crisis que también amenaza nuestros derechos como consumidores, que queremos contar con productos sanos, de calidad, medioambientalmente sostenibles y conscientes de que el productor recibe un precio justo por su trabajo.

Mientras que las pequeñas y medianas explotaciones agrícolas y ganaderas desempeñan un papel importante en el mundo rural -más en la situación actual de cambio climático, desertización, uso de transgénicos, pesticidas, etcétera-, la política la UE ha expulsado a un gran número de familias, apostando por el modelo de grandes oligopolios agroindustriales, muchos de los cuales están en proceso de deslocalización hacia países de la ribera sur del Mediterráneo para bajar costes, y aumenta nuestro ya maltrecho desempleo agrario.

Es urgente, por tanto, revisar la regulación de precios, márgenes, y estabilizarlos, pero es más necesario que nunca apostar desde los Gobiernos y la UE por un modelo agrícola y ganadero sostenible ambientalmente, que asegure los derechos de los consumidores y que permita a los jóvenes poder continuar o retomar sus explotaciones.

Nos jugamos un campo con o sin campesinos, con o sin vida.