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Reportaje:Talentos

La perfección puede resultar rara a veces

El pop barroco de Grizzly Bear aspira a convertirse en la banda sonora de 2009

Iker Seisdedos

La música de Grizzly Bear, última sensación del rock estadounidense, es como la belleza de Marlene Dietrich: funciona como un todo, pero nadie apostaría por la suma de sus partes. Sus canciones aspiran a una perfección barroca, acumulan arreglos, armonías vocales, intrincadas atmósferas. Y, asombrosamente, resultan de un modo sobresaliente. "Hemos llegado a un tope", aseguraba recientemente el vocalista de la banda Daniel Rossen. "Ahora nos estamos empeñando en la sencillez".

Grizzly Bear es un cuarteto de chicos educados e inteligentes de Brooklyn que han escuchado los álbumes adecuados de los Beach Boys y Phil Spector. Y cómo su segundo disco, Veckatimest, ha acabado en las listas de éxitos de su país dice mucho de los aires de cambio que asolan culturalmente Estados Unidos.

Es un tratado de pop complejo que toma el nombre de una isla de la costa de Cape Cod. Un homenaje a la herencia, al pasado y a las cosas que a uno le quedan de sus abuelos cuando proviene de una buena familia, como la del ideólogo y fundador de la banda, Ed Droste.

Tanto es así, que el primer disco del grupo se tituló Yellow house, pues fue grabado en la casa familiar de Droste en Watertown, en el Estado de Massachussets, y contenía un tema, Marla, que tomaba prestada su melodía de piano de una canción que la tía abuela de éste compuso en los años treinta cuando era una cantante de jazz sin fortuna camino de matarse bebiendo.

Todo lo cual cuenta como algo que, simplemente, no podía suceder hace, pongamos, cinco años, cuando la contestación punk aún era un ingrediente tan insoslayable en el rock independiente como el aceite en una ensalada.

"El abolengo de Ed siempre nos mete en problemas en las entrevistas", explicó Rossen. Sobre todo si sale a relucir que el chico está relacionado con el fundador de Hooters, cadena de restaurantes de Estados Unidos, que podría aspirar al título de la franquicia más machista del mundo. Con una clientela mayoritariamente masculina, Hooters es famosa por su comida grasienta y sus camareras, elegidas en razón de esa generosa delantera que esforzadamente subrayan los tops de espandex que las adornan. "Creo que deberíamos plantear nuestro próximo disco como un homenaje a los aros de cebolla de Hoooters", dijo Rossen.

Aunque lo más probable es que, sencillamente, no pudiesen. Grizzly Bear son buenos chicos que facturan música para tipos responsables, asuman éstos el hecho de que son adultos o no. "Hay quien dice que hacemos canciones demasiado bonitas. Aunque lo peor es que ahora todos tratan de saber si seremos capaces de responder a las expectativas que hemos creado".

De momento, han superado las cien mil copias vendidas en Estados Unidos, un éxito notable para una banda de sus características, y tocan por todas partes del mundo en festivales a esa hora que se reserva a los cabezas de cartel. "Aún así no podemos evitar sentirnos como una banda de tíos sin demasiado éxito con las chicas que quedan para tomar cócteles en un bar a primera hora de la noche", añadió Rossen con la precaución de quien sabe que lo más sensato es no saber triunfar.

Los cuatro miembros de la banda de pop Grizzly Bear.
Los cuatro miembros de la banda de pop Grizzly Bear.

Grandes preguntas

- ¿Quiénes son? Grizzly Bear, cuarteto de pop barroco de Brooklyn. Su último disco, Veckatimest, aspira a encabezar la lista de los mejores del año.

- ¿De dónde vienen? De los Beach Boys. De la misma escuela de rock preciosista de Fleet foxes o Sufjan Stevens. De las armonías vocales y de tradición de los discos producidos con esmero.

- ¿Adónde van? En un ambicioso gesto, los Grizzly Bear tocarán en Londres con la London Symphony Orchestra el 31 de octubre.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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