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Tribuna:La firma invitada | Laboratorio de ideas
Tribuna
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América Latina: elecciones y mercados financieros

En breve América Latina vivirá de nuevo un ciclo político de alta intensidad. Entre octubre de 2009 y diciembre de 2012 tendrán lugar nada menos que 17 elecciones presidenciales. La ronda electoral se estrenará con Uruguay y Chile, respectivamente, en octubre y diciembre de este año, y terminará con las citas de México y Venezuela, entre agosto y diciembre de 2012. Históricamente, los mercados financieros se mostraron extremadamente nerviosos ante los hitos electorales de la región. En más de una ocasión colapsaron. ¿La historia volverá a repetirse en el futuro?

En América Latina, prácticamente todas las grandes crisis bancarias y financieras de las últimas décadas han coincidido con elecciones presidenciales. La crisis argentina de 2001 y las turbulencias, un año más tarde, en Brasil coincidieron con procesos electorales. En Brasil, seis años antes, la perspectiva de una victoria de la izquierda encabezada por Lula también provocaría una devaluación masiva del real mientras los spreads, las primas de riesgos brasileñas, se disparaban por encima de los 2.000 puntos base. Hasta entonces, sólo 11 países emergentes habían experimentado semejante deterioro, y casi todos terminaron por incumplir el pago de sus deudas. Brasil se salvó in extremis, y la historia posterior mostraría el grado de equivocación de los mercados en el caso brasileño.

El ciclo político ha podido desacoplarse del financiero en varios países de la región
Los analistas han dejado de anticipar riesgos en la credibilidad de las políticas económicas

México ha sido un caso paradigmático: la crisis de la deuda del año 1982 y el tequilazo de 1994 fueron shocks con enormes efectos en todos los mercados de la región; ambos coincidieron con citas electorales en el país. Prácticamente todas las elecciones presidenciales en México desde 1976 hasta 2000 han coincidido con turbulencias financieras. La historia reciente de México muestra también que esta sincronización del ciclo político y del ciclo financiero puede alterarse. En el año 2000, por primera vez en más de setenta años, el país experimentaba una transición hacia un gobierno dominado por otro partido que no fuera el PRI. También ese mismo año, México conseguía que las elecciones no provocasen turbulencias financieras como en el pasado reciente. Seis años más tarde, en 2006, México volvía a repetir este desacople del ciclo político con el ciclo financiero.

Más allá de México, el año 2006 mostró que no hay maldición electoral. A pesar de haber sido un año electoralmente muy denso, ningún país de la región sufrió una crisis financiera. Como hemos señalado en un estudio basado en más de 5.000 observaciones y 700 informes procedentes de unos 13 bancos de inversión, si bien las recomendaciones de los analistas entre 1997 y 2008 tendían a sesgarse negativamente cuando se aproximaban las elecciones, en 2006 dejaron de ser sistemáticamente negativas (Sebastián Nieto Parra y Javier Santiso, Wall Street and elections in Latin America, Centro de Desarrollo de la OCDE, Working Paper, 272, octubre, 2008).

En particular, tanto en el caso de Brasil como en los de Chile y Colombia, los analistas dejaron de anticipar riesgos de ruptura en la credibilidad de las políticas económicas. Los tipos de cambio y las primas de riesgo no se deterioraron masivamente como en ocasiones anteriores.

Las anticipaciones y los temores de los mercados han quedado en evidencia en no pocas ocasiones. Si bien ha habido razones en el pasado para explicar la febrilidad de los analistas -los años electorales solían provocar deterioros fiscales, disparando el gasto (Sebastián Nieto Parra y Javier Santiso, Revisiting political budget cycles in Latin America, Centro de Desarrollo de la OCDE, Working Paper, 281, agosto, 2009)-, las temidas políticas populistas no siempre se han materializado, en particular en la década actual. Si hasta hace poco la experiencia latinoamericana contrastaba con la de los países OCDE, donde el saldo primario y los gastos corrientes apenas aumentaban en años electorales, América Latina demostró recientemente una mejora sustancial durante el periodo electoral 2005-2006, con una mayor disciplina fiscal en casi todos los países de la región.

La trayectoria de Chile, por ejemplo, corrobora que el desacople entre el ciclo electoral y el financiero puede ser duradero. Desde el regreso de la democracia a Chile, a finales de los ochenta, ninguna crisis financiera vino a apuntalar la elección presidencial. La trayectoria fiscal chilena muestra además una disciplina y capacidad contracíclica de la que pocos países de la OCDE han podido lucir en el pasado reciente. Con toda probabilidad, las elecciones que se aproximan no deberían acompañarse de mayor preocupación por parte de los analistas y bancos, ni de alteraciones cambiarias o del riesgo soberano chileno.

Es posible, de hecho, que la frontera entre países emergentes y países desarrollados esté precisamente en ese desacoplamiento desde el punto de vista de los mercados financieros: en una democracia y economía desarrolladas las elecciones son eventos banales, apenas una oportunidad para que los mercados o bonos coticen débilmente al alza o a la baja, pero de ninguna manera el motivo de turbulencias y preocupación que suele caracterizar a las democracias y mercados emergentes. Desde este punto de vista, se puede decir que Chile es cada vez menos un mercado emergente (si no es que lo haya dejado ya de ser).

Es posible también que estemos presenciando un gran cambio en América Latina, con países como Chile y cada vez más Brasil, Uruguay y algunos otros, con ciclos políticos y financieros cada vez más desacoplados. En todos estos países, cualquiera que sea la fuerza política que gane en las próximas elecciones, ya sea de izquierda o de derecha, los mercados no deberían alterarse.

Uruguay, que tendrá también elecciones en octubre de este año, y Brasil, que las tendrá justo un año después, tampoco deberían experimentar sustos bursátiles. Ambos ya superaron la prueba de fuego de dotarse de gobiernos de izquierda, fenómeno que los mercados suelen temer por ser éstos supuestamente más laxos desde el punto de vista fiscal. Ambos ejecutivos se esforzaron en desplegar tras su elección economías políticas eminentemente pragmáticas y responsables.

En América Latina no parece haber maldición latina. El pasado reciente corrobora que el ciclo político ha podido desacoplarse del financiero en varios países de la región. Las elecciones no tienen por qué provocar infartos financieros. Siempre, obviamente, que el país esté sano económicamente hablando.

Javier Santiso es director del Centro de Desarrollo de la OCDE.

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