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Columna
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Las uvas airadas de septiembre

La conferencia de prensa dada por el presidente del Gobierno tras el Consejo de Ministros del pasado viernes abrió de par en par el nuevo curso político. Zapatero aludió brevemente a la serpiente de verano presentada en sociedad a finales de julio por la secretaria general del PP y engordada después con esmero por sus correligionarios. Sin embargo, los indicios probatorios de las escuchas ilegales, operaciones policiacas y acusaciones fiscales -supuestamente ordenadas por el Gobierno para espiar y acosar a los dirigentes populares implicados en asuntos de corrupción- brillan todavía por su ausencia. Zapatero apeló a la responsabilidad del PP para que sus portavoces cesen de propalar esos falsos infundios sobre el monstruo totalitario sumergido en las aguas profundas del Lago Ness.

El presidente del Gobierno anuncia una subida de impuestos limitada y temporal

El presidente del Gobierno invitó también a enfriar la recalentada espera de la sentencia sobre el recurso contra el Estatuto de Cataluña presentado hace tres años por el PP; la insoportable demora del fallo está socavando la auctoritas del Constitucional asentada sobre la competencia jurídica y la independencia política de sus magistrados puestas hoy en duda. El respaldo a la campaña del Gobierno vasco para suprimir los espacios de impunidad del terrorismo, las medidas planeadas contra la epidemia de la gripe A y las perspectivas de la presidencia española de la UE en el primer semestre de 2010 completaron el viaje por la agenda política. Ni siquiera faltó un chiste de humor negro bastante malo (o malvado) del presidente del Gobierno para justificar la utilización excepcional del decreto ley sobre la TDT de pago.

Por el contrario, Zapatero empleó un grave tono al hablar de la coyuntura económica y anunciar un impreciso aumento de la presión fiscal destinado a rebajar el elevado déficit de dos dígitos de las cuentas públicas previsto para el cierre de 2009. Se diría que los severos desmentidos dados por los obstinados hechos a los pronósticos aventurados del presidente del Gobierno durante los dos últimos años (desde el cuestionamiento mismo de la existencia de la crisis hasta el anuncio de una rápida salida de la recesión) le han enseñado a profetizar con mayor cautela y a matizar sus milagreras creencias en la capacidad del optimismo para crear puestos de trabajo. Las tendencias de los gobernantes a hacerse trampas en el solitario y a compartir las ensoñaciones de la lechera del cuento pueden moderarse con realismo cognoscitivo para apreciar las situaciones y con prudencia moral para adoptar las decisiones. El veterano espartaquista alemán Heinrich Blücher, amigo de Bertold Brecht y marido de Hannah Arendt, decía a sus alumnos que los pesimistas incurrían en cobardía pero que los optimistas pecan de necedad.

La caída de los ingresos tributarios y el aumento paralelo de los gastos presupuestarios, las dos caras de una recesión que ha hecho descender el PIB interanual por debajo del 4,2% y elevado el desempleo al 17%, están trabajando de manera convergente contra el equilibrio presupuestario, que ha pasado en dos años de un modesto superávit a un escandaloso déficit. Del lado de los gastos, el presidente anunció el propósito de no recortar partidas sociales; el ahorro quedaría así circunscrito a la contención de los aumentos y a la renuncia en el futuro de nuevas figuras. Del lado de los ingresos, Zapatero anuncia una subida de impuestos "limitada, temporal y moderada"; su incierto contenido está siendo revelado de manera contradictoria por el presidente, la vicepresidenta Salgado y el ministro de Fomento: se da por descontada la supresión de la deducción anual de 400 euros del IRPF.

El Gobierno no lo tiene fácil. Del lado de los gastos, las protestas sindicales descansan en las expectativas defraudadas por la cicatera ayuda de 420 euros mensuales durante un semestre para parados sin ingresos, sólo percibible por aquellos cuyo subsidio concluyó después del 1 de agosto. Del lado de los ingresos, tampoco será sencillo armonizar los criterios de equidad favorables a la población de menor renta con la mayor presión recaudatoria sobre segmentos sensibles de la clientela electoral socialista y con efectos impositivos disuasorios para inversores extranjeros. En términos fiscales, la retórica mitinera de clase contra clase tiene poco recorrido en una sociedad compleja y una economía global.

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