Mientras usted no estaba
Crónica de un mes sin políticos para los que vuelven hoy al trabajo - Calles en obras, fiestas sin toros y ladrones inexpertos han llenado las páginas de agosto
Lo bueno de quedarse en agosto en Madrid no es que haya menos coches o menos colas en museos y restaurantes. No. Lo bueno es que no hay políticos. Y cuando ellos no chupan cámara, se ven las otras historias. Es como la fábula del fotógrafo y la bici:
Érase una vez en agosto que Santiago Burgos, fotógrafo de EL PAÍS, estaba haciendo un reportaje para El Viajero sobre el barrio de Salamanca. Aparcó su bici en la esquina de Velázquez con Goya y cruzó la calle para retratar a dos chicas en vespa cargadas de bolsas. Clic, clic. Cuando separó el ojo de la cámara, la bicicleta había desaparecido. Miró la pantalla de su máquina. Amplió la imagen y allí estaba la secuencia del robo tal y como había pasado delante de sus narices: una pareja en scooter agarra la bici y se da a la fuga. La anécdota, publicada el día 20, encierra una hermosa metáfora: a veces te concentras tanto en lo que estás enfocando que se te escapa lo que hay detrás. Y puede que allí esté la historia que hay que contar. Sin políticos en primer plano, en agosto en Madrid se puede disfrutar de lo que pasa al fondo.
Un caco asaltó una sucursal de Caja Madrid para llevarse 10 euros
Hasta la crisis se ve más clara sin promesas electorales. El día 5, la Unión de Pequeños Agricultores y ganaderos (UPA) regaló 12.000 kilos de fruta en la Cuesta de Moyano. Su queja: ellos cobran el precio de un café por 15 kilos de patatas, nueve de melones o 12 de sandías. "No puede ser que unos pocos se estén forrando, nosotros arruinándonos y los consumidores pagando más de lo que deberían", sintetizaban en la UPA. Aún con crisis, alguien siempre se forra.
"Los grandes municipios bajan hasta un 70% los presupuestos de fiestas", titulábamos el día 17. Los feriantes notaron la crisis: ganaron entre un 25% y un 50% menos. También la notaron los pinteños que se quedaron sin encierros y convirtieron el pregón en una lluvia de objetos. Tan sonada fue la tomatada que salió en el Financial Times. No fue el único problema del ayuntamiento de Pinto (PSOE): tuvo 68 cuidadoras de dependientes en huelga y 317 dependientes mal atendidos. Hasta hoy, con el conflicto resuelto, cuando cuidadoras y dependientes volverán a verse.
Aunque no haya políticos marcándola, agosto tiene su propia agenda, noticias que se repiten cada verano. Resumiendo: obras, calor, tráfico. Las obras fueron apocalípticas, sobre todo en Serrano. El calor, tórrido. Tanto que disparó los niveles de ozono por encima del umbral de protección para la salud humana. Y eso que el tráfico descendió un 23% en el centro... La misma historia todos los años.
Fuera de agenda, lo imprevisto suele ser lo más terrible. El día 11, un hombre con una enfermedad mental asesinó a su madre a martillazos y ahogó en la bañera a su hermano de cinco meses. En la puerta de una discoteca de Cea Bermúdez murió apuñalado el día 2 el soldado Norman Rodrigo Cevallos a manos de dos Latin Kings que se estaban metiendo con su hermana. Y el viernes pasado, un menor de 17 años, jefe de una banda llamada Dominican don't play, murió tiroteado frente a una discoteca en Orense a manos de un miembro del grupo rival, los Trinitarios.
De película fue el caso de las dos mujeres detenidas por dar "el beso del sueño". Se ligaban a señores en locales de "ambiente maduro" y cuando las invitaban a tomar la última a su casa ellas narcotizaban el cubata y les desvalijaban. En dos ocasiones se les fue la mano con el somnífero y los hombres murieron.
El mes ha estado lleno de delitos que salieron rana. En el top de delincuentes tontos, el atracador que se dejó el móvil en la casa que pretendía robar. Le pillaron enseguida, claro. Le sigue en la clasificación el ladrón que se cortó un pie al romper el escaparate de un supermercado de madrugada. La escandalera hizo que los vecinos llamasen a la policía. No tardaron en encontrarlo: sólo había que seguir el reguero de sangre.
Otro caco asaltó una sucursal de Caja Madrid en Vallecas para llevarse 10 euros en monedas. Menos es nada, que es lo que se llevó una pareja que quiso atracar un súper usando a su hija de 11 años. Mientras la madre distraía a la cajera la pequeña se coló en un despacho y escondió 25.000 euros bajo su camiseta, pero al salir se le cayeron. Tampoco los asaltantes de un camión de tabaco se llevaron el botín. Derraparon en una rotonda y los 300.000 euros en cajetillas que habían robado quedaron desparramados en la carretera.
Como si la policía no tuviese suficiente con tanto suceso, el concejal socialista Alejandro Inurrieta decidió llamar a los municipales amenazando con una inspección cuando no le dejaron entrar en la discoteca Fortuny. Políticos... Esperanza Aguirre volvió de vacaciones y el espionaje volvió a ser noticia. Arranca el curso. Los políticos serán otra vez protagonistas. Y de nuevo su blablabla no nos dejará ver que, al fondo de la imagen, alguien nos está robando la bicicleta.
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