Nostalgia en la isla de Nureyev
La costa amalfitana celebra con una gala los tiempos de Massine y el divo ruso
La tradición dice que fue en estos tres islotes casi peñascos donde las sirenas tentaron a Ulises; se llaman Gallo Lungo, Rotonda y Castelletto, emergen desafiantes frente a la agreste costa sorrentina. Son Li Galli, pequeño conglomerado pétreo frente a la bahía de Positano lleno de misterio y belleza. Desde la época de los romanos sufrieron abandono, luego los sarracenos la usaron de bastión, cientos de leyendas locales las pueblan.
Li Galli fue propiedad de Leonidas Massine, el bailarín y coreógrafo de los Ballets Russes de Serguei de Diaghilev (creador de El sombrero de tres picos junto a Falla y Picasso), que la compró en 1922 y la sostuvo como su gran refugio privado hasta su muerte en 1979. Poco después, los herederos la vendieron a Rudolph Nureyev (había viajado a Positano a recoger un premio y las husmeó), que la asimiló también como el más privado de los destinos. Hay algunos fragmentos de filmaciones domésticas de Nureyev nadando desnudo en su agua azul profundo; también, ensayando solo en el salón de la torre, con los pies machacados por la propia vida y la danza. Hasta se ha recuperado un filme de Massine donde recorre ufano su propiedad y habla del pasado, de Le Corbusier, que construyó la casa sobre las ruinas romanas y elevó la torre.
Le Corbusier ideó la casa sobre unas ruinas romanas y elevó la torre
Ahora, por primera vez en la historia (la real y la de la danza), Li Galli se abrió anteayer noche al público para una gala de ballet que evocó a ambas figuras legendarias de la danza del siglo XX, bajo el lema Apolíneo y dionisiaco. El Positano Myth Festival ha ideado una velada que reúne mito, baile y arte. Y la inquietante premisa es, según uno de los organizadores: "No sabemos si se podrá repetir. La isla sigue siendo privada... ¿quién sabe?". Todos han colaborados esta vez para que el que fuera sueño de Massine, crear espectáculos con ese horizonte que es el mejor telón de fondo del mundo, se hiciera realidad.
Un plantel de primeros bailarines encabezado por el zaragozano Gonzalo García, bailarín principal del New York City Ballet que encarnó el eje estético de la noche: Apollo (en la versión canónica de Balanchine). García fue el bailarín escogido para bailar este mismo papel en la gala de los Juegos Olímpicos de Atenas. Allí lo hizo bajo el Partenón, con la milenaria columnata como escenografía. Ahora lo ha volcado en Li Galli custodiado por la torre remodelada por Le Corbusier y donde está ese salón de ensayos secreto, nombrado mil veces, filmado de soslayo, pero nunca hollado más que por sus dueños y unos pocos amigos: Vaslav Nijinski, el propio Diaghilev, Pablo Picasso, Igor Stravinski... años después, Greta Garbo, Grace Kelly, Jacqueline Onassis, Ingrid Bergman... siempre en privado. Nada de fotógrafos, nada de extraños.
La llamada Villa Grande, después conocida como Villa Massine, fue comenzada en 1924, pero en 1937 fue redibujada por Le Corbusier, que le dio su aspecto definitivo. Después, Nureyev la decoró con azulejos turcos, un órgano, espejos venecianos.
Además del español, Alessio Carbone y Dorotée Gilbert, bailarines etoiles de la Ópera de París; Paola Pagano, principal del Ballet Capitole de Tolouse (que fue la Musa Terpsícore en el Apollon Musagète con Gonzalo). Con la percha del centenario de los Ballets Russes, Manuel Paruccini (Ópera de Roma) bailó el solo del Prestidigitador Chino del ballet Parade, con el traje diseñado por Picasso, y que lo aprendió directamente de Susanne della Pietra, verdadera biela de transmisión del original, que estudió coreografía con Massine, se convirtió en su asistente en los últimos 10 años del coreógrafo y vivió con él en Li Galli.
Otro momento de emoción: la Gilbert baila La muerte del cisne, solo creado para Anna Pavlova en 1905 por Mijail Fokin y que retoma la esencia romántica hacia un dramatismo moderno, caballo de batalla de las grandes del siglo. Fokin decía: "La danza no puede solamente satisfacer los ojos, debe atravesarlos y a través de esa visión, penetrar en el alma", y eso pasó en Li Galli. Como coreografía actual, la pareja de Hamburgo, Silvia Azzoni y Olexsandre Riabko, bailaron Nijinski de John Neumeier sobre música de Shostakóvich, una intensa reflexión sobre el artista atormentado, sus dudas y su huida de la razón.
Entre otros visitantes vivenciales, Valeria Crippa, que trabajó junto a Nureyev en la época de remodelar Li Galli, y Vittoria Capelli, que produjo la última aparición filmada de Nureyev, con Margot Fonteyn y Carla Fracci.
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