Wagner con cisne al fondo
Se puede abrir el número de ventanas que se quiera: al fondo siempre aparecerá un cisne blanco. Hablar de Lucerna como de una ciudad de postal es una limitación. Está situada, en efecto, en el corazón de Suiza, a orillas de un lago de ensueño, el de los Cuatro Cantones, con un fondo de montañas contempladas a distancias no agresivas. Pero en Lucerna hay que mirar a la tradición -los historiadores sitúan el nacimiento de la ciudad en 1178- y, sin remilgo, a una modernidad que no se extingue.
En Lucerna hay que dejarse llevar por la naturaleza, por los ecos medievales, por Picasso o Klee -la Fundación Rosengart es algo así como una pariente de la Beyeler en Basilea-, y hay que abandonarse a la música. No en vano en Lucerna está el festival de mayor calidad interpretativa y conceptual en lo que va de siglo. Y sus raíces son generosas. Richard Wagner pasó en Lucerna los mejores años de su vida. Especialmente entre 1866 y 1872, periodo durante el que residió en Villa Tribschen, no lejos del centro de Lucerna (varios autobuses dejan a un cuarto de hora a pie, y por las tardes se puede ir en barco). Desde 1850 Wagner había estado con frecuencia en la ciudad suiza e incluso había terminado Tristán e Isolda en el hotel Schweizerhof, pero el descubrimiento de Villa Tribschen, gracias a un viaje en barco, fue decisivo. "No conozco un lugar más bello en el mundo", dijo el compositor y allí se instaló, a costa de un alquiler pagado por Luis II de Baviera. La villa es ahora un museo de instrumentos antiguos y de recuerdos del compositor: el registro de la boda con Cósima en la iglesia de san Mateo, de Lucerna; el del bautismo de su único hijo varón, Siegfried, con el fastuoso menú de celebración; la partitura de Los maestros cantores, que finalizó allí. En Tribschen Wagner compuso el Idilio de Sigfrido, previamente llamado Idilio de Tribschen, para agasajar a Cósima en uno de sus cumpleaños -se estrenó en las escalinatas-, y escribió una parte importante de sus reflexiones literarias.
En 1938 Toscanini dirigió el concierto que dio origen al festival de la ciudad
Entre los invitados habituales a Tribschen se encuentran Franz Liszt, Friedrich Nietzsche, Gottfried Semper o el rey Luis II de Baviera. Precisamente en Tribschen tuvo lugar el histórico concierto del 25 de agosto de 1938 dirigido por Arturo Toscanini que dio origen al Festival de Lucerna. Con músicas de Rossini, Mozart, Beethoven y, por supuesto, Wagner en el programa, fue transmitido por 80 emisoras de radio en Europa y América.
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