Robben deja paso a Higuaín y Ribéry

Dicen en las oficinas del Bernabéu que Karl-Heinz Rummenigge, vicepresidente del Bayern Múnich, llamó esta semana a Florentino Pérez "mendigándole" una solución que le permitiera salir airoso del desastre que amenazaba con arrancarles de sus cargos a él y a su socio, Uli Hoeness, el director general. La aparición de Rummenigge fue como la embajada que solicita una tregua para negociar la paz. La pregunta que hizo al presidente del Madrid fue: "¿Nos vendéis a Robben si os pagamos 25 millones de euros?". A partir de ahí se empezaron a negociar los demás acuerdos, algunos explícitos, otros tácitos. Una vez que hubieron firmado la compraventa de Robben y sellado su pacto de amistad, ayer por la mañana, los dos tuvieron clara una cosa: Ribéry, la estrella del Bayern, jugará el año que viene en el Madrid a cambio de una suma moderada.

Torres da el visto bueno a un posible pase al Atlético, que busca un lateral

Ribéry, que tiene 26 años, ha pedido al Bayern que le deje marcharse al Madrid ya mismo. Pero la crisis que atraviesa el club alemán impide a sus dirigentes, por razones de presión social, desprenderse de un jugador al que la hinchada considera intransferible. Según fuentes madridistas, Rummenigge aseguró que, si permite que el francés fiche ahora por el Madrid, lo siguiente es ofrecer su dimisión al presidente, Franz Beckenbauer, que se lo tiene prohibido dada la convulsa situación que viven.

Ésa es la historia de la venta de Robben al Bayern. Firmó ayer y el Madrid ingresó otro paquete de dinero para alivio de Pérez. Tras la inversión de 250 millones en jugadores este verano, el presidente ha buscado con creciente interés equilibrar el gasto con algunos ingresos en agosto. Con el traspaso del holandés, el Madrid ya suma 91 millones. Quedan Miguel Torres -ha dado el visto bueno a un posible salto al Atlético, que busca un lateral- y Van der Vaart, que están a punto de ser transferidos y que contribuirán a que la caja madridista registre más de 100 millones antes del 1 de septiembre, cuando se cierre el mercado.

El ajuste presupuestario del Madrid agrada a Pérez en la misma medida en que perturba los planes de sus técnicos. Tanto Jorge Valdano, el director general, como Manuel Pellegrini, el entrenador, contaban con Robben. El extremo ofrecía un desborde sólo comparable al que tiene el portugués Cristiano Ronaldo. Además, garantizaba una profundidad de banquillo fundamental para iniciar la guerra de desgaste en que, se supone, se convertirá el duelo con el Barcelona. Contra el disgusto de Pellegrini, el presidente argumenta que la marcha de Robben, que cobraba anualmente 4,5 millones netos y en esta pretemporada siempre había sido suplente, desatascará el tapón que impide al argentino Higuaín, con un sueldo más modesto, explotar su potencial.

Henry Kissinger suele decir que Estados Unidos perdió la guerra, pero Vietnam desapareció durante 20 años. Algo parecido estaba ocurriendo entre el Madrid y el Bayern este verano. El Bayern fue el único gran club europeo que se interpuso con éxito entre la voracidad consumista del Madrid y su plantilla. Hubo un conflicto soterrado por hacerse con Ribéry. En julio, Hoeness presumió con orgullo de su irreductibilidad al haberse negado a venderle. Hasta que llegó agosto y, con el comienzo de la Bundesliga, el Bayern empezó a desintegrarse por dentro. Ribéry se negó a entrenarse y litigó con el técnico, Louis van Gaal; Beckenbauer pidió la cabeza de Van Gaal; el mejor defensa, Lucio, abandonó el club, y el equipo sólo consiguió dos puntos en las primeras tres jornadas del campeonato. El problema se agrava ante los precedentes. El club viene de perder la Bundesliga ante el Wolfsburgo y en los últimos dos años ha tenido cinco entrenadores: Magath, Hitzfeld, Klinsmann, Heynckes y Van Gaal. La desorientación de sus gestores es cada día más patente.

La llegada de Pérez al Madrid en la primavera pasada desencadenó una ola de convulsiones en el fútbol europeo. Muchos grandes clubes se vieron afectados. El que más, el Bayern.