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Apagón en las salas tradicionales

Las pantallas se apagan en los cines de Madrid

En lo que va de año se han cerrado 56 salas en la región, el 10% del total

Siempre ha habido clases. En el caso de los cines de Madrid, eso se traducía, hace tiempo, en la siguiente jerarquía: las majestuosas salas de la Gran Vía recibían las películas de estreno en exclusiva. Cuando llegaba una cinta nueva, la anterior se trasladaba a los cines de reestreno, alejados del centro. De ahí pasaban a los de barrio y terminaban su ruta, meses después, en los llamados locales de sesión continua, a los que las cintas llegaban a menudo desvencijadas tras el azaroso viaje. Pero eso era antes.

Ahora los reyes del mambo son los grandes multicines de la periferia. La región sufre un cierre masivo de salas. En lo que va de año han desaparecido 56 pantallas respecto al año anterior. Una reducción de casi el 10%, que supone la caída más brusca de la última década. Se han quedado en 542. Lejos de las 671 salas que poblaban la región allá por 2004, el año en que se obtuvo la recaudación más alta (147 millones) y el segundo con mayor número de espectadores (28,5 millones) de la década. Desde entonces, el negocio no gana para disgustos. El número de personas que ha pasado por taquilla ha caído un 21% en los últimos cinco años, de esos 28,5 millones de 2004 a los 22,5 de la temporada pasada. Una crisis que ha dejado a la región con menos pantallas de las que tenía en 1999.

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La tendencia es general en toda España. "El aumento constante del número de salas de exhibición (...) ha empezado a frenarse y su número comienza a descender", señala el último boletín del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales del Ministerio de Cultura. Así que Madrid sigue a la cabeza tanto en salas como en espectadores y recaudación. Pero ya pasó el tiempo de los palacios de lujo que fueron emblema de la capital a principios de siglo. Los sucesivos cierres han cambiado el modelo.

El pistoletazo de salida se produjo cuando el Ayuntamiento de Madrid modificó en 2004 el plan urbanístico para permitir que los comercios ocupasen esos locales. De esta forma, se acabó con la protección especial que tenían los cines en la zona -Gran Vía, Fuencarral y el barrio de Salamanca-. Desapareció la exigencia de mantener su uso cultural y, progresivamente, las pantallas fueron apagándose. Las cadenas comerciales se lanzaron a degüello y canibalizaron los locales. Los cines también fueron sustituidos por hoteles o restaurantes de comida rápida.

El año pasado le tocó el turno al Palacio de la Música. Cerró después de 79 años. El mismo destino que sufrió el Cid Campeador, en Príncipe de Vergara, recordado por ser el único en proyectar La naranja mecánica, en 1975, y mantenerla en cartel durante un año. "La evolución está clara: se han cerrado bastantes salas en el centro", constata Enrique González Macho, presidente de la distribuidora Alta Films y propietario de varios cines comerciales. Las razones son varias: el descenso de espectadores -sobre el que planea la polémica de la piratería y las descargas por Internet- hace que haya negocios más rentables que un cine para un local situado en pleno centro. A ello se suma el auge de los nuevos núcleos urbanos en la periferia, que abrió un nuevo mercado."El sector está en una situación complicada", afirma González Macho, que, pese a todo, se muestra optimista. "Ahora vivimos un periodo de cierta estabilidad. Ha subido el número de espectadores en lo que va de año y el último trimestre apunta bien. Que yo sepa, no se avecinan nuevos cierres", aventura.

La mala racha no sólo afectó a los locales céntricos, sino que se extendió por barrios y municipios. Las huellas se pueden ver a las puertas del Liceo, dejada atrás la M-30, que permanecen clausuradas desde hace meses, acumulando polvo. Su cierre acabó con la tradición de Usera, donde se apiñaban las salas en la época dorada del cine madrileño. El Liceo era el último superviviente. "Había cinco o seis en el barrio", recuerdan José y Pilar, una pareja de jubilados. "Ya no queda ni uno. Ahora tenemos que desplazarnos hasta los multicines del Carrefour", lamentan.

La historia se repite en Alcalá de Henares, donde ha cerrado el último local que quedaba en el centro, los Cisneros, con una programación alejada de las cintas comerciales. No era fácil, con sus tres salas, hacer frente a los precios de las distribuidoras. "Es evidente que si tienes un cine con 12 salas tienes recaudación en 12 taquillas y si tienes dos, sólo en dos. Así es más difícil mantener una buena programación", explica.

El Ministerio de Cultura intenta ver el lado positivo. "Ha continuado el proceso de renovación y remodelación de infraestructuras y la apertura de algunas multisalas situadas en zonas comerciales y de ocio", sintetiza en su informe. Las cifras también dan un respiro y confirman que la recaudación no ha caído como el número de salas o espectadores. Si éstos bajaron un 19% y un 21% respectivamente desde 2004 en Madrid, el dinero ingresado sólo lo hizo un 6%.

El gigante Kinépolis, erigido en la Ciudad del Cine (Pozuelo de Alarcón) y registrado en el Libro Guinness de los Récords como el cine con mayor número de butacas del mundo, es un ejemplo de éxito. Será por la pantalla gigante, por la capacidad para 996 espectadores, por la tecnología de alta calidad. O por razones más prácticas, como que "siempre hay sitio para aparcar" o "la variedad de restaurantes a las puertas". Por lo que sea, una de sus salas tiene el orgullo de ser la que más dinero ha recaudado de España en lo que va de año. Quizá sea el modelo del futuro. Por sus pasillos, sin embargo, también quedan nostálgicos. "He venido porque había quedado con unos amigos", explica David Landínez, de 36 años. "Pero estos cines me dan una imagen de películas del pelotazo. Prefiero los cines de barrio a los de los centros comerciales", confiesa. Mientras duren.

El Palacio de la Música de la Gran Vía, con la planta baja tapiada.
El Palacio de la Música de la Gran Vía, con la planta baja tapiada.CLAUDIO ÁLVAREZ

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