No se puede pedir la Luna
La NASA no podrá enviar este año naves tripuladas a la Luna, según había previsto la Administración de Bush en un ambicioso programa espacial de 2004 dirigido a recuperar la ilusión de los estadounidenses por la carrera espacial.
Son los efectos de la crisis mundial que, según los expertos, habría empezado a tocar fondo para las principales economías, aunque no para la española. Lo más que la agencia espacial puede hacer por el momento es desarrollar naves para transportar suministros a las estaciones orbitales ya existentes y crear algo parecido a gasolineras que, cuando las finanzas permitan recuperar las ambiciones espaciales, reabastezcan a los cohetes con rumbo a Marte.
Hasta 2020, por tanto, habrá que conformarse con el mundo conocido y seguir soñando con el mundo por conocer. Puede que la noticia resulte decepcionante para un país que, como Estados Unidos, está arrebatado desde sus orígenes por el impulso de superar fronteras. Pero esta limitación momentánea del mundo tendría sus ventajas, si se hiciera de la necesidad virtud.
Para un país turístico como España, uno de los principales problemas que ha provocado la crisis radica, no en que los estadounidenses no vayan este año a la Luna, sino en que no vengan, pongamos por caso, a Benidorm. De ahí que tenga sentido hacer una modesta proposición a la Administración de Obama, y es que, mientras la NASA no disponga otra vez de presupuesto suficiente para surcar el espacio interplanetario, se dedique a organizar viajes turísticos a las costas españolas.
Tal vez la agencia espacial podría resucitar, así, la ilusión de los estadounidenses por superar fronteras, aunque Benidorm esté más cerca que la Luna.
En cualquier caso, se comprendería que la Administración de Obama no hiciera caso de esta sugerencia. Si por intentar establecer un sistema público de salud ha sido acusada por los sectores más reaccionarios de introducir el socialismo en Estados Unidos, es fácil imaginar lo que dirían si, además, se dedicase a organizar viajes a un país gobernado por un partido de izquierdas. Sobre todo, si los beneficiarios fuesen de la tercera edad.
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