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fundido en negro | relato

EL EXTRAÑO POLLÓN

Qué ventajas y desventajas físicas tiene creer en Dios?" (Cuentos rotos, Carlos Herrero).

Desperté en el despacho, sudaba. Debía dinero, mi mujer me había abandonado. Tenía resaca. Llevaba meses sin un caso. La vida era saltar de un rascacielos, uno sabe seguro que al final revienta. Yo intentaba disfrutar mientras caía. Eran las doce de la mañana y estaba a punto de vomitar.

Tosí y encendí un cigarrillo, tomé un café. Encendí un segundo cigarrillo. Me marqué un vermú y tomé un segundo café. Fui al baño y vomité.

No había salida para nadie.

Agosto se deshacía sin piedad.

Me servía un segundo vermú cuando una rubia entró en mi despacho. Se contoneaba encima de unos altos tacones. Vestía minifalda, corta, y llevaba la blusa entreabierta, se acomodó en una silla. Mientras yo admiraba sus piernas la rubia me habló de una maldición, de magia negra (era otra pirada), la venganza de la ex mujer de su nuevo hombre. Era tan guapa que no necesitaba adornarse con frases. Tenía voz de mujer desgraciada. Al acabar sonrió como algo robado al destino.

Le pedí 300 euros por el caso, más 20 diarios para mis gastos, y aceptó. Tenía que haberle pedido más. Venía de parte de su hombre.

Aquella tarde me acerqué a ver al hombre, un millonario. Me recibió en su casa, se encontraba sentado sobre lo que parecía una enorme salchicha de metro y medio de largo (de esas que se monta la gente en el mar y lleva una lancha) cubierta con dos toallas de playa. Era un engominado entrado en años con sobrepeso. Mamaba de un martini y me ofreció otro a mí, me serví enseguida.

El millonario comenzó a largar:

-La puta de mi ex mujer -masculló-, esa zorra perversa...

Negó con la cabeza. De repente perdió la paciencia:

-¡Pero mire esto! -me gritó.

Se echó hacia delante y levantó una de las toallas. Se echó algo más hacia delante y levantó la otra toalla. No estaba sentado sobre ninguna salchicha, aquello era su polla, como una morcilla de metro y medio de largo. El ancho vendría a ser lo que un hombre normal abarca con sus brazos. Tenía un capullo descomunal.

El millonario me miró desolado.

Saqué el tabaco con calma y me encendí un cigarrillo.

-Esa puta perversa -continuó el hombre, se dejó la polla al aire, estaba más calmado-. El problema fue que nos casamos demasiado jóvenes -me explicó-, entonces yo tenía un rabo normal, ¡usted entenderá que con esto..! ¡PERO MIRE QUÉ POLLÓN! ¿CÓMO VOY A SER YO FELIZ ASÍ? -de nuevo negó con la cabeza. Debía de estar algo borracho. Se calmó otra vez enseguida-. Yo soy una persona muy leal, ¿sabe? -continuó más calmado-. Aún quiero a mi ex mujer, estuvo a mi lado muchos años y eso no lo olvido, fueron años duros. No teníamos dinero. Me enamoré porque me gustaba verme como me veía ella. Ella me veía más guapo de lo que me veía yo, mejor persona. Luego, claro, el tiempo me dio la razón y nos divorciamos ¡Y AHORA LA HIJADEPUTA!.

Carlos Herrero (Madrid, 1975) es escritor. Su último libro es Cuentos rotos (Barataria)

CÉSAR FERNÁNDEZ ARIAS

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