Hemingway en la Villa
Se cumple estos días el cincuentenario del último viaje de Ernest Hemingway (1896-1961) a Bilbao, donde presenció las corridas del mes de agosto. Su personal perspectiva sobre la Villa y sus funciones taurinas las dejó plasmadas en dos publicaciones literarias.
El escritor norteamericano escribió su primera novela, de temática taurina, Fiesta (1926), tras descubrir los sanfermines dos años antes. Nadie mejor que el Nobel de Oak Park para definir las corridas bocheras, que inmortalizó en su Muerte en la tarde (1932), donde exageró sus apreciaciones sobre el tamaño gigantesco de las fieras que se corrían en el circo de Abando. Al tiempo, sintetizó de manera precisa alguno de los principios básicos sobre los que se asienta la lidia en Vista Alegre, donde históricamente se prima la selección del ganado bravo sobre el nombre de los matadores encargados de estoquearlos: "Bilbao es un ciudad minera, rica y fea, donde puede hacer tanto calor como en Saint Louis (San Luis de Missouri o San Luis de Senegal) y en donde se admira a los toros, pero no a los toreros. Si se da el caso de que un torero guste en Bilbao se le compran para él toros cada vez más grandes, hasta que acaba por tener con ellos una catástrofe, moral o física, y entonces, el entusiasta de Bilbao, dice: 'A ver, son todos lo mismo, todos cobardes y farsantes. Dadles toros lo suficientemente grandes, y se verá lo que digo'. Si queréis ver qué toros tan enormes se llegan a criar, la cornamenta que pueden llevar sobre su cabeza, cómo miran por encima de la barrera, hasta haceros pensar que van a concluir cayendo a vuestro regazo, si queréis ver hasta donde una multitud puede ser brutal y hasta que punto pueden ser los toreros aterrorizados, id a Bilbao".
Ordóñez y Dominguín cerraron en Bilbao su desafío hace 50 años
Hemingway retornó a la Península Ibérica la primavera de 1937. En mayo aún tuvo ocasión de presenciar un anodino festejo taurino en la Monumental barcelonesa. Hasta la llegada el verano permaneció en el Madrid sitiado, que le inspiró su primera y única obra teatral, La quinta columna (1938) y su novela de mayor éxito, Por quien doblan las campanas (1940). En julio pululaba por el frente de Brunete, acompañado por su paisano y mozo de espadas particular, el ex torero Sydney Flankin. Bilbao, tomada por las tropas nacionales se quedó fuera de su tour bélico. Hasta 1953 no retornaría a España.
En 1959, el premio Pulitzer (1953) y Nobel (1954) permaneció seis meses en España con el encargo de escribir un largo reportaje de temática taurina para la revista Life (era El verano sangriento), con un dólar por palabra de salario, que años después, en versión resumida, vería la luz en forma de libro: El verano peligroso (1985). La trama periodística tomó como elemento central el enfrentamiento artificial sobre la arena entre las dos principales figuras del toreo: Antonio Ordóñez y su cuñado, Luis Miguel Dominguín, duelo que en teoría dilucidaba quien ostentaba el dorsal numero uno del escalafón. La corrida bilbaína (sábado, 21-08-1959) se convirtió en el último capitulo del desafío.En estos momentos, los conocimientos de Hemingway sobre la lidia eran más precisos y documentados que antes, pese a dramatizar el punto y final del concierto taurino: "Antonio [Ordóñez] deseaba actuar en Bilbao, la plaza más difícil de España, donde los toros son más grandes y el público más severo y exigente, de modo que nadie pudiera decir jamás que hubo algo dudoso o turbio la temporada de 1959 en la que lidió como nadie lo había hecho desde Joselito y Belmonte. No le importaba que Dominguín también fuese. Pero iba a resultar un viaje lleno de peligros. Si a Luis Miguel le hubiera representado su padre, que era listo y algo cínico, y entendía el negocio, en vez de sus dos simpáticos hermanos, que necesitaban el 10% de cada corrida suya y de Antonio, nunca hubiera ido a Bilbao para que acabasen de destruirlo".
Hemingway definió en términos similares, aunque más pragmáticos que en el anterior viaje, la geografía urbana de la Villa, a sus habitantes y las Corridas Generales: "Bilbao es un ciudad industrial y naviera situada en un cáliz de montañas, junto a un río. Es rica, grande, sólida y o bien calida y húmeda o fría y húmeda. El paisaje que la rodea es muy bonito y resultan encantadores los pequeños ríos que cruzan el país. Es una ciudad con mucho dinero y de grandes deportistas en la que tengo numerosos amigos. En agosto puede ser más calurosa que ningún otro sitio de España, excepto Córdoba. Aquel día no lo fue mucho y en las amplias calles se veía animación (...) La feria de Bilbao es seria, lujosa y sólida como ninguna otra en España y los toreros deben vestir chaqueta y corbata".
Acomodado en el Carlton, que llamó "hotel excelente", levantó acta de la animación festiva que presidía sus instalaciones: "En la planta baja, el bar y el comedor se veía repletos de gente que esperaba mesa. Al fin pudimos comer en gran compañía de viejos y nuevos amigos".
El 2 de julio de 1961, Hemingway se descerrajo un tiro en la cabeza. El 8 de abril de 1962, Juan Belmonte siguió el mismo ejemplo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.