La vecina más vigilada
Torrejón destina tres patrullas de la policía local a controlar a una mujer condenada por quemar varios coches
Manuela saca al perro escoltada por dos policías locales. Lo mismo que cuando va a la compra, a la peluquería o a dar un paseo. Tiene una patrulla debajo de su casa las 24 horas del día desde hace más de dos años. Ha convertido la calle de Segovia, de Torrejón de Ardoz, en la más segura de la ciudad. Pero los agentes no están ahí para cuidar de esta aparentemente frágil señora de unos 70 años, sino para proteger al barrio de ella.
Antes de esta vigilancia intensiva llegaron a arder siete coches en un mismo día. El Ayuntamiento y los vecinos tienen claro quién es la culpable. "Hay resoluciones judiciales contra esta señora por sus actos incendiarios, pero no la meten en la cárcel por su edad. El juez sólo ordena un tratamiento psicológico que nunca es interno, así que queda suelta", explica un portavoz municipal.
Cuando, tras las últimas elecciones municipales, entró el actual alcalde, Pedro Rollán (PP), la solución fue drástica: poner un coche de policía las 24 horas delante de su casa. Incluso han señalizado la puerta del bloque para que no se pueda aparcar y reservado un punto de estacionamiento para vehículos oficiales, que no son otros que los de la policía local. Es, sin duda, la vecina más cara del pueblo. Fuentes del consistorio señalan que esta vigilancia sale por más de 200.000 euros anuales entre los sueldos de los policías y los gastos de materiales. El portavoz municipal explica que la patrulla es parte de la policía del barrio, por lo que no contabilizan este gasto como un extra. "Pero mientras están ahí no vigilan el resto de su zona", se quejan otras fuentes policiales.
Los primeros resignados por la vigilancia son los propios agentes. Dos de ellos relatan que ni ésa es su función ni un policía local debería servir para controlar a una vecina. "Pero cumplimos órdenes", alegan. Se pasan el día metidos en el coche hasta que ven salir del portal a Manuela. Entonces dejan el vehículo y la siguen a cuatro o cinco metros. Ella lleva la escolta con naturalidad. Se acerca a ellos, los saluda, les da un paquete de chicles. Con los comerciantes del barrio bromea: "Les tengo pagados para que vengan conmigo a todos lados". Cuando se le pregunta por los coches quemados responde que tiene "la conciencia muy tranquila". "Que la gente diga lo que quiera, es todo mentira", se defiende.
Pero en el barrio la mayoría asegura que el asunto de los coches quemados es verdadero. Prefieren no dar sus nombres para no tener más problemas de convivencia con su vecina. ¿Y si alguno de los afectados quisiera tomarse la justicia por su mano? "Si trataran de hacerle algo lo evitaríamos, igual que si ocurre cualquier incidente, pero estamos aquí para tenerla controlada, no para ser sus guardaespaldas", señalan los agentes.
Después de más de dos años, el asunto no tiene visos de solucionarse. Mientras esté suelta, los policías seguirán ahí. Quienes viven en la calle de Segovia lo ven con buenos ojos: "Antes temía que me quemasen el coche. Ahora ni lo cierro. ¿Quién me lo va a robar?", cuenta un vecino.
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