El Hombre Mono ruge en París
La exposición de Tarzán en el Museo Branly redescubre África bajo la mirada de un héroe ecológico
El jardín del Museo du quai Branly se ha convertido en rincón selvático a orillas del Sena, en pleno centro de París, y su colección permanente ofrece una extraordinaria panorámica de los artes aborígenes de América, Asia, Oceanía y África. En ese contexto es en el que se ubica la exposición ¡Tarzán! O Rousseau entre los Waziri, que durante todo el verano permitirá a sus visitantes adentrarse en el África imaginada por el creador del legendario Hombre Mono, el escritor estadounidense Edgar Rice Burroughs.
Su novela Tarzán de los monos, publicada en Chicago en 1914, fue el acta de nacimiento del héroe y tuvo una extraordinaria acogida entre los lectores, aunque no el reconocimiento de la crítica, que nunca se cansó de menospreciarla comparándola con El libro de las Tierras Vírgenes, de Rudyard Kipling, el autor galardonado con el Premio Nobel.
A través del cine y del cómic su figura se convirtió en mito contemporáneo
De 'Chita', hallazgo cinematográfico, no hay rastro en la exposición
El mismo Burroughs reconoció que la figura del pequeño niño selvático Mowgly, imaginado por Kipling, había sido una referencia a la hora de crear a su Tarzán. Pero no la única, ni siquiera la más importante. Era la historia de Rómulo y Remo, los niños amamantados por una loba, que según la mitología fundaron Roma, la que le había llevado a pensar en la historia de una criatura de noble cuna que se viera obligada a sobrevivir y formarse en un medio salvaje. De ese modo, el hijo de lord y lady Greystoke, en su novela, terminaba robado por una mona, que acababa de perder a su cría, y convertido en el verdadero rey de la selva.
La exposición del Museo Branly hace repaso del tremendo impacto que ha tenido la figura de Tarzán sobre la cultura popular, otorgándole al fin el reconocimiento intelectual que Burroughs no conoció en vida, a pesar de haber escrito 26 volúmenes con sus aventuras de los que se vendieron más de 30 millones de ejemplares en todo el mundo, antes de su fallecimiento en 1950.
La referencia al filósofo de la Ilustración, Rousseau, gran reivindicador de la bondad primitiva del ser humano, transforma a Tarzán, según el comisario de la exposición, Roger Boulay, en un héroe ecológico, en el "primer defensor del medio ambiente", frente a los cazadores de los safaris y a los traficantes de marfil y de animales salvajes.
Pero si el personaje de Tarzán tuvo una legión de lectores, es a través del cine y del cómic que su figura se convirtió en un mito contemporáneo, como bien atestigua la exposición, en la que hay grandes reproducciones de viñetas de algunos de sus dibujantes más conocidos, como Burne Hogarth; cubiertas de los personajes de cómic que imitaron al Hombre Mono, como el Akim del italiano Stelio Fenzo (autor en el rompedor año 1968 de la historieta Jungla, protagonizada por una tarzana erótica) o el Thunda del también italiano Frazetta; cuerpos disecados de cocodrilos y leones; una gigantesca escultura de gorila que evoca al Bolgani de Tarzán; estatuas de hombres leopardo de Camerún, la sociedad secreta de los temibles aniotas que protagonizó una de las novelas escritas por Burroughs... Y, sobre todo, referencias al cine, a la galería de actores que dieron rostro y cuerpo al héroe, desde el bombero Gene Pollar, que ofreció un Tarzán de cine mudo con aspecto de funcionario público asilvestrado, hasta el moderno Greystoke de Christopher Lambert, pasando por quien ha quedado, sin duda, como la más veraz encarnación del personaje: el nadador Johnny Weissmüller, protagonista de los más conocidos filmes de Tarzán, en compañía de Maureen O'Sullivan, en el papel de Jane, y de la famosa mona Chita, hallazgo cinematográfico cuya celebridad se limitó al celuloide, pues no hay rastro de ella en libros ni cómics. Tampoco en la exposición.
A la salida de la muestra, al visitante le basta descender una planta dentro del Museo Branly para, con la misma entrada, acceder a la colección permanente y poder deslumbrarse así con la belleza del arte auténtico de los pueblos africanos de Congo, Camerún, Uganda y demás territorios en los que transcurren las imaginarias aventuras de Tarzán. Ante la elegancia de los escudos ganda, la delicadeza de las arpas ngombi, la majestad de los bastones de mando de los jefes kibango o las inquietantes máscaras-yelmo del pueblo kuba, la arrogancia eurocéntrica se hace pedazos y uno descubre con sorpresa que buena parte del arte de vanguardia occidental nace de esas culturas tildadas peyorativamente de primitivas.
Nuevas miradas a un mito
- Contra la pesadilla tecnológica. La figura de Tarzán como héroe de la Naturaleza se contrapone a las de Superman o Batman como héroes de la Ciudad. La piel desnuda de Tarzán es el reverso de la escultura metálica que en la exposición evoca el filme Metrópolis, pionero en el diseño moderno de la pesadilla tecnológica.
- La sombra de Darwin. La exposición coincide con el bicentenario del nacimiento de Darwin. Burroughs, el creador de Tarzán, leyó al autor de la Teoría de la Evolución y así su héroe, perdido en un medio completamente distinto del de los humanos, desarrolla capacidades como su extraordinaria fortaleza o la capacidad de comunicarse con los animales.
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