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La eclosión del turista 3P

Hosteleros de la Costa del Sol sufren pérdidas por el bajo consumo

Son muchos, pero gastan poco. Reconocerles es fácil. Su rutina en vacaciones los delata. Por la mañana bajan temprano a la playa. Cargados con neveras y sombrillas, se hacen dueños de un codiciado trozo de arena en el rebalaje. Allí pasan el día con la familia. Una escapada al chiringuito para tomar una cerveza fresca y, a lo mejor, un espeto de sardinas, es la recompensa que se lleva el esforzado padre de familia por tanto trajín mañanero. Caída ya la tarde, una nueva rutina se sucede. Arreglados en el hotel o apartamento, se dejan ver entreteniéndose por los paseos marítimos, distrayendo las horas entre comercios de souvenirs y algún que otro mini-golf o parque con atracciones para los más pequeños. A la hora de la cena, nada de dispendios: pollo o pizza para compartir en abarrotadas terrazas y, después, otra vuelta por el paseo marítimo para bajar la cena y matar la noche con un helado o unas pipas en un banco o bordillo del paseo marítimo. Es el turista 3P, sobrenombre jocoso con el que hosteleros y comerciantes de la Costa del Sol se refieren a los turistas.

"Lo único bueno es que se trabaja sin estrés", dice el dueño de un local

Se trata mayoritariamente de turistas nacionales, que en estos tiempos de crisis velan por el último céntimo de sus carteras y parecen abonados a planes de ocio que se ciñen a la pizza/pollo, el paseo marítimo y las pipas.

Un tipo de visitante que este verano está causando grandes pérdidas entre los hosteleros y comerciantes de la costa, algunos de los cuales cifra en torno al 30% ó 40% las pérdidas registradas en junio respecto al mismo mes del pasado año. Pese a que los datos turísticos de junio dicen que Torremolinos salvó el primer mes de temporada alta al registrar un grado de ocupación media del 87,21% -más de 14 puntos porcentuales por encima del conjunto de la Costa del Sol, y recibió a 139.650 viajeros, el 31,07% de los turistas llegados a la zona-, los hosteleros y comerciantes se hacen una pregunta: ¿Dónde se meten los turistas?

"La gente no gasta con la alegría de antes. Los ves que llegan cargados de neveras y sombrillas y de bolsas del Mercadona de aquí al lado. Yo este año tengo perdidas las hamacas. Antes hacía unas 60 diarias de las 120 que tengo y ahora no llegamos a la veintena", cuenta Luis Mariano Franco, propietario de un chiringuito reconvertido en bar de comida rápida a base de bocadillos y pizzas. "Hemos tenido que volver al pescaíto, porque sólo con los bocadillos no funcionaba y aún así la gente trata de colarnos la bebida que se trae de casa en vez de comprarla aquí", se lamenta Franco, que señala la moda del todo incluido en los hoteles como parte del problema. "Hay gente, sí, pero no gasta. Los extranjeros viven prácticamente en el hotel y, durante el día, las familias españolas tiran de nevera en la playa. Tampoco por las noches la cosa mejora, porque prefieren compartir una pizza, ir al Burger King y dar una vuelta por el paseo marítimo", añade este hostelero de Playamar.

Del mismo modo se pronuncia Tania Marzal, que junto a sus padres regenta el chiringuito Tu y Yo, enfrente de uno de los templos hoteleros dedicados al turista de pulserita, el hotel Puente Real. "De doblar las hamacas como otros veranos, olvídate. Tenemos un 30% menos de clientes y los que vienen preguntan por el precio de todo, por si les sale más barato cruzar al paseo marítimo y comprarlo en un quiosco o en el supermercado", explica Marzal. "Es de los veranos más flojos que recuerdo en 28 años. No hemos tenido ni que contratar personal de refuerzo como otros años", añade la propietaria del chiringuito, que se consuela recordando la semana de vacaciones que ha tomado en pleno mes de junio. "Nunca había podido tomar vacaciones en plena temporada, pero ya ves como está la cosa...", concluye.

"En junio han caído las ventas un 40% y eso que hemos rebajado los precios. Lo único que se mantiene es la venta del tabaco, y eso porque los extranjeros se llevan bastante a su país porque es más barato", señala Patricia Torres, cuya familia regenta un supermercado y dos tiendas de souvenirs en pleno paseo marítimo de Torremolinos.

"Es el peor verano que recuerdo", dice Steve Lawson, propietario desde hace 25 años del restaurante Poseidón, orientado al turismo gay. "El 50% del turismo británico se ha perdido y si antes hacíamos tres turnos de mesas por la mañana, ahora la gente sólo viene a la hora de comer, se piden una paella pequeña para cinco y ya está. Hemos reducido un 40% el volumen de negocio y eso que a nosotros nos salvan los chicos, que no tienen cargas familiares y gastan más. Lo único bueno es que se trabaja sin estrés", concluye tirando de su flema británica.

Una vista de la zona de tumbonas en la playa de Torremolinos. La fotografía está tomada a las dos de la tarde del pasado martes.
Una vista de la zona de tumbonas en la playa de Torremolinos. La fotografía está tomada a las dos de la tarde del pasado martes.JULIÁN ROJAS

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