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Columna
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Hombres como Bruce

Hay misa el domingo y de las cantadas. Bruce vuelve a subirse al monte. Bruce vuelve a Compostela. Y con él una atronadora serenata de tres horas rica en proteínas: la garganta profunda y las guitarras echando humo. El sermón de la montaña está servido. Su signo, además, le persigue: nacido para correr, born to run, es la divisa del artista que, sin las mistificaciones de Dylan, ha ido arrojando verdades como puños aunque su escaso reconocimiento "de culto" le haya cosificado como una especie de superhéroe en el altar de los camioneros. Su última aparición en la final de la Superbowl americana es un premio para quien luchó bravamente desde el primer minuto para ver sentado a Obama en la Casa Blanca. Mucho antes, el propio Bush padre trató de utilizar su himno Born in the USA en clave republicana, pero el tipo de Nueva Jersey le dijo que su sueño americano eran simplemente esos montones de chatarra sobre los que había edificado sus canciones de acero inoxidable. Allí, al lado del Hudson River, con el corazón siempre a punto de romperse, la escoria por testigo y Pete Seeger en la memoria, Springsteen sabía que no hay que venderse al mejor postor después de haber sorteado siempre las carreteras comarcales con las luces apagadas.

El público vuelve al carnicero de costumbre, quien mejor interpreta los cortes en tiempos de crisis

Desde los tiempos de Ashbury Park muchos seguimos al muchacho de New Jersey que marcó pronto su territorio en el difícil y competitivo mundo de los cantautores americanos: la energía desaforada, las letras deshilachadas y mucho orgullo de clase obrera pronto le rindieron una fama casi pugilística en los pequeño círculos de entendidos, refrendada con baladas estremecedoras y puñetazos sonoros estrellados contra el milagro de seguir vivos en este perro mundo. Lo mejor es que todo fue armado con los chicos del barrio y de ahí viene la E Street Band, una camarilla dura de pelar con el indómito Steve Van Zandt en primer término y el saxo de Clarence Clemons por si hay duda de que los espíritus de Sam Cooke y Curtis Mayfield también acompañan la procesión.

Siempre vi a The Boss fuera de Galicia y siempre salí convencido de que pocas veces había gastado un dinero tan bien. Siempre salí convencido de que sus canciones pueden ser la perfecta medicina para cuando estás triste y puedes ver los contornos de tu melancolía aparecerse de una forma tan apabullante como un camión en la autopista haciendo sonar el claxon. Hablo de Bruce como un músico que ha sabido capear a lo largo de su carrera varios temporales, tanto suyos personales (la fama le sentó bastante mal a finales de los ochenta) como de la industria (tuvo el valor de sacar un homenaje a Pete Seeger hace muy poco en plena caída del negocio). Al final se casó con la chica del coro (y también de su pueblo, como mandan los cánones), reunió a la vieja banda de siempre (incluso a Steven que se hizo famoso con Los Soprano) y, pese a que sus nuevas canciones no son las de antes, ha querido de nuevo demostrar que en directo y, subido al monte, no hay quien le tosa. Que en tiempo de crisis su moneda es de ley.

El Jefe llega en un paradójico momento musical que necesita de profetas como él: la industria se desmorona pero los conciertos en directo tienen cada vez más adeptos. La soberbia de muchos ejecutivos, la transformación tecnológica de los soportes y la indigesta producción de "triunfitos" han llevado a una bancarrota sin precedentes. El público, sin embargo, vuelve al carnicero de costumbre, quien mejor interpreta los cortes en tiempos de crisis, aquel que además le pregunta al cliente por la familia y si el coche ha pinchado se ofrece a cambiarle la rueda.

Dicen quienes le conocen que defiende como un león su círculo íntimo y a su camarilla de amigos, dicen que lo que más le gusta en el mundo es empezar a escribir una canción que empieza en una carretera oscura, solitaria, que no conduce a ninguna parte. Nació en el mismo estado que Frank Sinatra pero su voz parece haberse tragado varios metros de alambrada de espino. Les gustará más o menos, pero es un gigante, un obrero subido al andamio de los inmortales.

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