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Reportaje:tecnología

Un guateque cibernético... y muy masculino

Las mujeres siguen siendo minoría en la Campus Party, que arrancó ayer

José Luis Pardo

Una marabunta de carritos de la compra cargados con CPU imposibles y monitores extraplanos invadió ayer la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia para acudir a la inauguración de la 13ª Campus Party. Pero muchos de los conductores se alejaban del estereotipo de friki asociado a este evento. Javier y Pablo, dos treintañeros casados y con hijos, eran los primeros de la cola de acceso. Esperaban tranquilamente junto a un carrito presidido por una bandera pirata, con una idea fija en la cabeza: "Esto es como un concierto de Metallica, venimos a pasarlo bien. Es nuestro quinto año y cada vez probamos cosas nuevas".

La fauna de la Campus Party se ha vuelto cada año más heterogénea. El evento se ha abierto a nuevos públicos, ya abierto a nuevos públicos, y en esta edición es sencillo observar a familias, hombres con canas y adolescentes imberbes, todos unidos por la devoción que profesan a la informática. Rao se ha traído por segunda vez a la familia al completo. "O vienen ellos o no venimos ninguno; además, les gustan mucho los ordenadores", comenta mientras sus dos hijos corretean por la carpa principal. Josep y Marc, padre e hijo, comparten por tercera vez la experiencia que ofrece la Campus. Cuando se les pregunta quién disfruta más, se ríen y contestan "nos encanta a los dos".

Los propios organizadores han querido abrirse al gran público. Por primera vez, han habilitado una carpa de libre acceso para que los menos avezados con el ordenador se acerquen al mundo digital. Ayer, las dos aulas donde se imparten conceptos básicos de informática estaban llenas, aunque había a quien le costaba encender el ordenador. Guillermo, un alegre anciano de 74 años, resumía su interés así: "Es una buena oportunidad de aprender, hay que vivir la vida, y la vida evoluciona".

Pero hay un grupo que todavía se resiste a la fiebre campusera. Aunque empiezan a asomar la cabeza, las mujeres son clara minoría. "Esto es un campo de nabos", expresa gráficamente Javier, un informático que acude a la fiesta de la tecnología por tercer año. La mayoría acompaña a sus novios. Como Esther, las campuseras suelen ser aficionadas que se ven arrastradas al evento por la pasión de su pareja. "Si no fuera por él no hubiera venido, pero ahora voy a aprovechar para frikear un poco". Para Verónica, otra campusera consorte, "las que estamos aquí tenemos mucho valor". Paradójicamente, una mujer, Belinda Galiano, lleva las riendas de la Campus Party desde la primera edición, celebrada en Málaga.

Las pocas mujeres y los muchos hombres, 6.000 participantes en total, transformaron en pocas horas las inmensas hileras de mesas blancas en la gran feria de la tecnología. Como cada edición, siempre hay un más difícil todavía. Ordenadores con tres pantallas, con forma de satélite, de rueda, y hasta de máquina de Coca-Cola.

Los menos madrugadores hacían cola por la tarde para acampar. Como en cualquier festival toca cargar la tienda, las esterillas y aprovisionarse con bebida y comida. "Para mí esto es como el FIB", sonríe Toñi, "me dedico al ordenador y también a cotillear y a hablar. No sé, pero tiene algo que engancha, por eso la gente repite".

Un participante en la Campus Party prueba la cabina simulada de un avión de combate.
Un participante en la Campus Party prueba la cabina simulada de un avión de combate.CARLES FRANCESC

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