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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Debate sobre el Gobierno del cambio y el reto de la crisis

José Luis Zubizarreta y Juan José Álvarez analizan la situación de Patxi López y el papel del PNV en la oposición

Cuando todavía no se han cumplido los cien días de gestión, el nuevo Gobierno vasco se enfrenta a las dificultades de una alternancia aún discutida por los nacionalistas y, sobre todo, al problema de la crisis económica, que será su gran reto después de vacaciones. José Luis Zubizarreta, veterano analista político, y el catedrático de Derecho Internacional de la UPV Juan José Álvarez, director de la UNED de Bergara, han aceptado debatir para EL PAÍS sobre el cambio político en Euskadi, el Gobierno de Patxi López, y el futuro papel de oposición del PNV.

Pregunta. Con un polémico pacto de investidura con el PP, los socialistas han logrado alcanzar la Lehendakaritza después de treinta años de gobiernos liderados por el PNV ¿Era inevitable ese cambio?

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José Luis Zubizarreta. Después de ocho años en que la política vasca se había constituido en bloques y las elecciones no se concebían para ver qué partido ganaba en escaños, sino qué bloque se sobreponía al otro, una vez conocidos los resultados del 1 de marzo era inevitable que se formará el Gobierno que tuviera mayoría suficiente en el Parlamento para elegir un lehendakari. Otra cosa es si éste era el Gobierno deseable o no. Por otra parte, toda la campaña electoral y la anterior legislatura fueron configurando el dilema de continuidad de Ibarretxe o cambio, por lo que, una vez que el cambio fue matemáticamente posible, se hizo ya inevitable.

Juan José Álvarez. La noche electoral, y en la rueda de prensa posterior, el PNV orilló todos lo problemas e intentó romper esa dinámica de bloques. En esas horas se reveló, también, que dentro del PSE hubo muchas dudas antes del resultado electoral definitivo. No creo que la figura de Ibarretxe fuera el problema, porque estoy convencido que en ese caso no hubiera sido el lehendakari de un gobierno bipartito del PNV y el PSE. Pero se dio la circunstancia de que el PP, que en un momento de la noche bajó a 8 escaños, luego se convirtió en llave y motor del cambio, evitando lo que hubiera sido un acuerdo factible entre el PNV y el PSE, después de eliminar todos los motivos de malas relaciones anteriores entre ambos. Creo que perdimos una excelente oportunidad.

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P. El resultado de la última encuesta del Euskobarómetro muestra que el nuevo Gobierno es poco apoyado por la sociedad, e incluso provoca cierto rechazo. ¿Lo comparten?

J. J. Á. No es una oposición a una falta de legitimidad, ni política, ni social, de Patxi López y de su Gobierno. Ni siquiera es debida a una posible ineficacia en el actuar público en una situación de interinidad. Esa dimensión social que aparece en la encuesta es más por el deseo de concretar ese acuerdo entre diferentes, entre partidos que tienen muchos elementos en común, en lugar de verse como adversarios.

J. L. Z. Aunque Ibarretxe era el símbolo de la dificultad, probablemente no era el problema real. La dificultad real estaba en la distancia tan grande en escaños entre el PNV y el PSE, que hizo dudar a mucha gente, aunque otros muchos lo tuvieron muy claro en cuanto sumaron 25 más 13. Se descartaba así la solución más querida por la sociedad y la que al final daba una estabilidad a largo plazo con el entendimiento entre el nacionalismo y el socialismo. Pero para ello los socialistas no tenían más remedio que aliarse una vez más con el PNV en condición de inferioridad y perder la Lehendakaritza, que es lo que perseguían para cumplir con su promesa del cambio y liderar el país. Ahora tenemos un Gobierno reactivo a la situación anteriormente vivida y que imposibilita el cumplimiento de lo que llamamos movimiento transversal. Se tenía que pasar necesariamente por una fase distinta para que, en unas próximas elecciones, se pueda llegar a lo que la sociología del país apunta como deseable.

P. Es prematuro hacer un balance de Gobierno pero, ¿se puede esbozar un primer análisis antes de cumplir los cien días?

J. J. Á. Esta cifra simbólica de los cien días, más que balance prematuro, permite entrever una tendencia en el nuevo Gobierno, que tiene dificultades a la hora de componer con cuadros un recambio necesario. Todo eso, en la antesala de un periodo estival que ralentiza la vida política, produce una cierta sensación de inercia. Sin embargo, lo que sí se ha puesto encima de la mesa son elementos totémicos o simbólicos, que son los que se erigen de alguna manera en representantes del cambio desde el primer momento y que aparecen desde la toma de posesión, como lo hemos comprobado. Hay quién considera que son ámbitos retóricos o gestos, pero recordemos que esta tierra es un país muy apegado a los símbolos, como pocos en Europa.

J. L. Z. Todavía no hemos alcanzado los cien días y la alternancia ha sido tan total que la puesta en marcha de la maquinaria resulta aún difícil. Pero el hecho de que en Ajuria Enea se haya sentado como lehendakari un miembro del PSE, es un cambio cuya trascendencia todavía no hemos sabido valorar en su justa medida. Eso es el cambio, al margen de las acciones y orientaciones de un gobierno, que es una maquinaria pesada y difícil de manejar. Pero sí se puede hablar de cambio de lenguaje, como en el tema de la violencia y del terrorismo. Patxi López no dice lo mismo que decía Ibarretxe. Y aquí, por favor, vamos a quitar toda connotación de acusación de connivencia o de equidistancia. No es eso, es un lenguaje distinto. El "vamos acabar con ellos", que nunca ha sido una frase pronunciada por Ibarretxe, es un gran cambio: o ETA "es un fenómeno que tiene un sustrato político y vamos a terminar con él a través del diálogo" o "es un fenómeno predominantemente criminal al que vamos a derrotar". Ahí está la diferencia, ahora apoyada con una mayor beligerancia con los símbolos y el deseo de acabar con la impunidad de ese mundo. Y el cambio se produce desde el momento en que Patxi López jura su cargo como lehendakari en Gernika el 7 de mayo.

P. Muchos nacionalistas han puesto en duda le legitimidad del cambio de lehendakari.

J. J. Á. La adjudicación de lo vasco a un ámbito no nacionalista es algo que la sociedad no ha terminado de interiorizar. Ese es un dato que al mundo nacionalista y no nacionalista nos va a venir bien analizar como pedagogía política y social.

J. L. Z. Nadie a estas alturas puede negar la legitimidad de lo que ha ocurrido. El Gobierno es perfectamente legítimo, aunque tenga un reto tremendo de legitimidad social, como apunta le Euskobarómetro. Ahí tenemos una legislatura donde lo que es legítimo tiene que llegar a ser aceptado como absolutamente normal por todos. Ese es al reto que tiene el socialismo vasco en este momento, y forma parte de nuestra vida democrática.

P. ¿La nueva situación provocará también un cambio en el PNV?

J. J. Á. El Gobierno puede encontrar un aliado en el nacionalismo institucional, que ha quemado etapas más rápidamente. No solo por la llegada de los socialistas al poder, sino por entender que eventuales empatías con el mundo abertzale radical carecen de todo sentido. No hablar de un Lizarra dos, ahora que recordamos en estos días a Miguel Ángel Blanco, no responde a una pose política, ni electoralista. Representa una evolución dentro del PNV que no tiene vuelta atrás, porque el PNV no quiere, en ningún caso, volver atrás.

J. L. Z. El PNV, como ha ocurrido otras veces en estos 60 años, se ha encontrado en una posición tremendamente clara de poder moverse hacia los dos lados del espectro: digamos, hacia lo que representó el Pacto de Ajuria Enea o hacia lo que representó el Pacto de Lizarra. Y eso se le ha terminado en cierto sentido. Además, él ha hecho que eso termine. Ha sido parte activa en ello, pero en este momento no le quiere nadie de ningún lado. El polo soberanista está diciendo "queremos hacer esto sin el PNV" o "contra él"; y al otro lado se encuentra con que se ha formado un Gobierno constitucionalista que no ha contado con él. Entonces, el PNV se ve en un momento de acoso en el que va a tener que decidir. Creo que está dispuesto a ocupar de nuevo la centralidad y que las circunstancias le están ayudando a que se centre.

P. ¿Cómo veis su oferta de estabilidad institucional? ¿No le corresponde al Gobierno llevar la iniciativa de las propuestas?

J. J. Á. No es una pose postelectoral, ni una mera tendencia a ocupar ese centro vertebrador. No es pragmatismo, ni puro pactismo. Es verdad que al PNV le achacan el irrefrenable deseo, como a Maquiavelo, de permanecer a toda costa en el poder, pero ha interiorizado algo muy claro. Asume que somos una sociedad madura -excesivamente contaminada por la política, pero madura- y que apuesta por una continuidad histórica. Un error desde ciertos sectores nacionalistas fue ensalzar a Kosovo, como una prueba evidente de que la tropa se animaba ante el independentismo, como ahora se oyen otras voces que dicen: "no, no, esta propuesta de pacto es una claudicación en toda regla a una apuesta soberanista". Nada más absurdo. Lo que pasa es que el Gobierno no tiene un pacto de legislatura cerrado con nadie y lo que el PNV ofrece ahora es algo más que la coyuntura de una investidura. Creo, realmente, que con esa oferta Urkullu ha cambiado el paso al PP, más que al PSE.

J. L. Z. La oferta del PNV, en sí misma, es impecable. Y en este momento de crisis no hay otra cosa que hacer. Pero ocurre que el PNV ha querido cambiar el paso a los demás, aunque él actúe con el paso cambiado, porque esta oferta hecha desde el Gobierno sería posible y loable por parte de toda la sociedad y las instituciones. Pero no cabe duda de que, a la vez que uno valora el contenido de la oferta, le entran dudas sobre su intencionalidad verdadera, planteada a los dos meses [de salir del poder], y que pone en un brete al PSE.

J. J. Á. Los cuatro últimos presupuestos de la CAV recibieron el apoyo del PSE. Eso quiere decir que también existe un trabajo recorrido anteriormente, con una cultura política de pacto presupuestario. Este pacto no se ha sacado del cajón ahora, sino que desde el lunes y martes siguiente a las elecciones el PNV ya hizo este planteamiento.

J. L. Z. La cautela que sin duda siente el PSE ante la intencionalidad última de esta oferta está todavía justificada por la reacción que el PNV ha manifestado desde el 1 de marzo por la pérdida del poder. Por eso se pregunta qué habrá detrás.

P. ¿Qué puede pasar de aquí a fin de año?

J. L. Z. Aquí todo se centra en la crisis económica. En todos los demás temas, como el estatutario o el educativo, irán avanzando, pero pasarán a un segundo plano. Hay dos factores que deben confluir para que todo salga bien. El pacto entre el PSE y el PP me parece más fácil, porque los populares no se pueden negar a apoyar los presupuestos del Gobierno socialista. Y previamente a ello está la reunión del Consejo Vasco de Finanzas, el papel de las diputaciones y la distribución de dineros. Ahora bien, el PSE tiene que gestionar la oferta del PNV con extrema prudencia y habilidad.

J. J. Á. Existe un guión, no ideológico, que va a marcar la crisis y en donde puede haber puntos de encuentro importantes. De aquí a fin de año, el reto de los primeros presupuestos va a ser fundamental para ver hasta dónde llega el posible pacto con el PNV. Porque, por ahora, no existen fricciones suficientes como para que se comprueben políticas contrarias. Ni en el ámbito estrictamente fiscal ni en el ámbito industrial, no he visto ningún elemento diferenciador de manera radical entre el PNV y el PSE.

José Luis Zubizarreta Murga

José Luis Zubizarreta Murga (Orduña, 1938), máster of Arts por la Universidad de Oxford y licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Granada, fue director y viceconsejero de Bienestar Social en el Departamento de Sanidad del Gobierno vasco (1980-1986) y asesor del lehendakari José Antonio Ardanza (1987-1988). Al dejar el Gobierno volvió a su plaza de funcionario en la Diputación de Vizcaya hasta su jubilación en 2003. Actualmente colabora con El Correo y El Diario Vasco como analista político.

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