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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Harry Patch, la última memoria de las trincheras

Combatió en primera línea de fuego en la I Guerra Mundial

Bernardo Marín

Nadie recuerda ya el infierno de sangre y fango que se vivió en las trincheras de la I Guerra Mundial. El británico Harry Patch, el único soldado que quedaba vivo de aquella guerra de posiciones en el frente occidental, murió el 25 de julio a los 111 años en una residencia de Wells (Somerset, al suroeste de Inglaterra). Con él se extingue la memoria de uno de los episodios más terribles de la historia de la humanidad, el horror de millones de hombres recluidos en agujeros y empantanados en el fuego cruzado, el frío y las enfermedades.

"Ha tenido un final tranquilo y ha muerto en paz", aseguraba por correo electrónico a este periódico Nick Fear, quien fuera su amigo y contacto con el mundo exterior. Según Fear, en los últimos meses la salud de Patch había empeorado, aunque seguía gozando de buen humor. En agosto de 2008, su médico le aconsejó rechazar ya entrevistas con la prensa. El 11 de noviembre de ese año pudo vérsele sonriente junto a sus camaradas Bill Stone y Henry Allingham en Londres en la ceremonia que recordaba el 90º aniversario del fin de la Gran Guerra. La foto, con los tres veteranos en silla de ruedas, es ya irrepetible. Stone, que sirvió en la marina, murió el 10 de enero de este año a los 109 años. Y Allingham, último superviviente de la batalla de Jutlandia, falleció hace apenas una semana, el 18 de julio, a los 113.

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Patch había nacido en Combe Down, cerca de Bath, el 17 de junio de 1898. Dejó la escuela para hacerse fontanero, pero cuando cumplió 18 años tuvo que ingresar en el Ejército para servir en la guerra. Su destino fue manejar una ametralladora del cuerpo de infantería ligera del Duque de Cornualles en Ypres, Bélgica, donde los alemanes habían usado en 1915 por primera vez los gases venenosos. Allí se libraba la batalla de Passchendaele, una de las más terribles de la guerra. Sólo en aquel sector se calcula que murieron en los cuatro años de guerra 300.000 soldados británicos.

Patch tuvo mejor suerte: en septiembre de 1917 fue herido en la ingle por un proyectil alemán que mató a tres de sus cuatro compañeros de ametralladora, y pasó el resto de la guerra en un hospital de la isla de Whigh. Noventa años después, en el cementerio de guerra de Flandes, comentaría su perplejidad por ser el único superviviente de aquella carnicería. "Cualquiera de ellos podría haber sido yo", dijo entonces, "millones de hombres vinieron aquí a luchar, y es increíble que yo sea el único que quede vivo".

Después de la guerra volvió a su trabajo como fontanero, y en 1919 se casó con una joven que había conocido cuando se recuperaba de sus heridas, Ada Billington. No participó en la II Guerra Mundial -tenía ya 42 años cuando Inglaterra le declaró la guerra a Hitler- pero se apuntó como bombero voluntario para apagar los fuegos que causaban los bombardeos alemanes. Con Ada, que murió en 1976, tuvo dos hijos, que tampoco le han sobrevivido. En 1980 volvió a casarse, pero su nueva esposa, Jane, falleció cuatro años después. En sus últimos años tuvo una tercera pareja, Doris, compañera de la residencia y muerta hace dos años.

A Patch no le gustaba hablar de la guerra que le tocó vivir, y que según él no mereció la pena. Odiaba recordar aquellos agujeros "de seis pies de alto por tres de ancho" donde se paseaban "ratas del tamaño de gatos". La consideraba una "disputa familiar": el rey Jorge V de Inglaterra era primo hermano del zar Nicolás II y del káiser Guillermo II. De hecho, durante décadas no habló del conflicto ni con su mujer, ni volvió a ver una película bélica. Sólo cuando ya rondaba los 100 años cambió de opinión al darse cuenta de que sus compañeros empezaban a convertirse en "una especie en extinción". El punto de inflexión se produjo en 1998, cuando participó en un programa de testimonios organizado por BBC.

Tras su muerte sólo viven un veterano británico de la I Primera Guerra -Claude Choules, de 108 años, que sirvió en la Marina y reside en Australia-, un canadiense y un estadounidense. Ninguno de ellos estuvo en las trincheras.

Harry Patch, en su 90º cumpleaños.
Harry Patch, en su 90º cumpleaños.REUTERS

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Sobre la firma

Bernardo Marín
Redactor jefe en la Unidad de Edición de EL PAÍS. Ha sido subdirector de las ediciones digital e impresa, redactor jefe de Tecnología, director de la revista Retina, y jefe de redacción en México, donde coordinó el lanzamiento de la edición América. Es profesor de la Escuela de Periodismo de EL PAÍS y autor del libro 'La tiranía del clic'.

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