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Reportaje:

"¡Gibraltar is Spain!"

Moratinos escenifica la estrategia de la seducción hacia los llanitos

Miguel González

Más de una hora esperaron los periodistas a que el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, su homólogo británico, David Miliband, y el ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, comparecieran el pasado martes en el Rock Hotel -el mismo donde se alojaron John Lennon y Yoko Ono- para dar cuenta de la histórica reunión del Foro Tripartito. La causa de la demora, según fuentes de la delegación española, fue la laboriosa traducción de los acuerdos. Traducción al castellano, of course, porque los textos se negociaron en inglés.

En inglés y castellano se desarrolló la rueda de prensa. En castellano dijo Moratinos que "la reivindicación de España sobre Gibraltar es permanente e irrenunciable". Y cuando un periodista británico le pidió una traducción, el ministro, que se atrevió con el lingala en su visita al Congo, se lo repitió en español. El único que dispuso de intérprete fue Miliband, a quien Caruana le tradujo al oído, se ignora si la frase completa o sólo un resumen: "Gibraltar is Spain!".

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Caruana, como buen llanito, habla un español con gracejo andaluz trufado de anglicismos. Una lengua oral oída en la calle que no se enseña en el colegio. Uno de los objetivos del Foro es "promover el bilingüismo". Para que los gibraltareños puedan estudiar en universidades españolas o aprender español en la escuela. Como inglés los gaditanos.

Con medidas como ésta pretende Moratinos, según sus palabras, ganarse "el corazón y la mente" de los gibraltareños. Después de 300 años de estéril retórica patriótica, pide "paciencia" para comprobar los efectos de una estrategia que ha supuesto levantar todas las restricciones que estrangulaban la vida cotidiana de los llanitos y, de rebote, de sus vecinos españoles.

¿Bastarán otros tres siglos? No será fácil convencerles. La última vez que se pronunciaron, en noviembre de 2002, el 99% de los habitantes del Peñón rechazó no ya la soberanía española, sino incluso la mera cosoberanía, que aceptaba Reino Unido.

El Tratado de Utrecht (1713) bloquea una posible independencia de Gibraltar y el derecho de veto, otorgado por Londres a los llanitos, impide su retrocesión a España. Así que todo abona la perpetuación del anacronismo colonial, con el que Caruana no parece incómodo. "Si las colonias hubieran disfrutado de nuestro grado de autonomía, la lucha anticolonialista nunca habría existido", admite sin pudor.

Algunos datos explican por qué los llanitos prefieren seguir siendo británicos. Su renta per cápita es de 23.800 euros (2006), algo superior a la española (21.667 en 2007) y más del doble de la andaluza (11.438 en 2006). Es difícil saber cuánto le cuesta al tesoro británico la base, pero la Administración gibraltareña se proclama autosuficiente y en el último ejercicio fiscal obtuvo un superávit de 17 millones de euros, con un gasto de 334.

El comercio, los astilleros (en declive, con sólo 200 operarios), el puerto (en auge, con casi 10.000 escalas al año), el centro financiero y el turismo son los motores económicos de Gibraltar; además de la construcción, que ha ocupado cada metro disponible (incluso ganándoselo al mar). La apertura de la Verja, a partir de 1982, ha hecho del Peñón un gran parque temático, sólo por detrás de Eurodisney, según el Gobierno local. La cifra de visitantes ha pasado en tres décadas de 133.000 a 10 millones. Más del 85% procede de España.

La visita de Moratinos ha sido la culminación de una política iniciada en 2004, cuando se creó el foro tripartito y se decidió dar voz a los gibraltareños, al menos en asuntos de cooperación. Tras las reuniones de Córdoba (2006) y Londres (2007), le tocaba el turno a Gibraltar. Fuentes diplomáticas admiten que, ya que los temas aludían al medioambiente o el transporte marítimo, quizá hubiera sido menos problemático enviar, por ejemplo, al ministro José Blanco.

Lo que no es cierto, como ha ridiculizado Mariano Rajoy, es que Moratinos hiciera "una visita oficial a su propio país". Guste o no, desde hace 300 años Gibraltar es el extranjero. Así lo entendió hasta Franco, que abrió un consulado en el Peñón. Y nadie tiene un cónsul en su propio país.

Miguel Ángel Moratinos, ministro de Exteriores.
Miguel Ángel Moratinos, ministro de Exteriores.SCIAMMARELLA

A puerta cerrada con el ministro

El pasado 8 de julio, aprovechando un receso del pleno, Moratinos reunió a puerta cerrada, en la sala Lázaro Dou del Congreso, a los portavoces de los grupos parlamentarios. Inicialmente, la reunión iba a centrarse en la crisis de Honduras, pero el ministro anunció también su próxima visita a Gibraltar y la agenda de la reunión. "No hubo ningún rechazo ni ninguna opinión de que la visita pareciera incorrecta, todo lo contrario", reveló el pasado martes Moratinos, en respuesta a las críticas del PP.

Gustavo de Arístegui, portavoz popular, admite que no se opuso expresamente a la visita, aunque se reservó su opinión "sobre la oportunidad" de la misma. Además, planteó algunas exigencias al ministro, que éste contestó positivamente. Entre otras, la garantía de que no se hablaría de soberanía con el Gobierno gibraltareño ni se cedería en el contencioso de las aguas que rodean el Peñón. Entonces, agrega Arístegui, aún no se habían producido las "provocaciones de Caruana"; en alusión al llamamiento a los dueños de botes para que desobedecieran a la Guardia Civil.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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