Dos cabezas y una utopía
En el mundo del arte hay colaboraciones bicéfalas que van más allá de lo puramente profesional. Entre tándems heterosexuales que además de proyectos creativos comparten un universo sentimental, es común que a la mujer, quizás porque el concepto "señora de" ha tenido demasiados siglos de vigencia, apenas se la tome en serio. "Estoy muy dolido, la prensa es muy arrogante. Quiero que quede claro que Christo y Jeanne-Claude trabajan juntos". Enfadado y ofendido arrancaba Christo hace cuatro años la rueda de prensa con la que se inauguraba su proyecto The Gates, la instalación temporal de miles de marcos de acero a modo de puerta imaginaria de las que colgaron diáfanas telas al viento que tiñeron de azafrán el parque más emblemático de Nueva York, Central Park, durante dos semanas, transformándolo en un lienzo lírico y sorprendente. "La mayoría de la prensa se había olvidado de nombrar a Jeanne-Claude. Son cosas que me ponen enfermo". Christo lo recordaba la semana pasada en su galería privada en el barrio del Soho en Nueva York, con la mano entrelazada a la de la mujer con la que ha compartido su vida desde 1958 y su trabajo desde 1961. Ella, menuda y con el pelo teñido de rojo incandescente, le miraba fumando con aire de dama sofisticada y sonreía embobada, con la misma expresión que una adolescente recién enamorada miraría a su primer amante. "Durante décadas utilizamos sólo el nombre de Christo porque era más fácil, el mundo del arte aún no estaba preparado para aceptar a las mujeres. Creo que si la gente hubiera sabido que la idea de rodear con telas rosas las islas de la bahía de Biskeyne era de una mujer, jamás nos hubiesen permitido llevarla a cabo". Se refiere al proyecto Surrounded Islands, realizado en Miami en 1983, uno de los 20 que han conseguido hacer realidad, frente a los 39 que nunca han visto la luz. A caballo entre la planificación urbana o rural, la arquitectura, la escultura y la pintura, las obras de Christo y Jeanne-Claude son un espectáculo para los sentidos que pueden llegar a abarcar kilómetros y suelen necesitar años desde su concepción hasta su realización.
"Nuestra vida consiste en planificar, viajar y tener cientos de reuniones para conseguir que acepten nuestras propuestas"
"Nuestras creaciones son simplemente obras de arte que nos apetece hacer. No tienen mensaje"
Con el nombre de Christo ya establecido internacionalmente, decidieron "salir del armario" laboral en 1994 y, poco antes de conseguir envolver en telas y empaquetar el Reichstag de Berlín, anunciaron que todos los proyectos anteriores -desde hacer del Pont Neuf de París una sugerente escultura hasta construir una kilométrica valla con textiles brillantes por tierras de California cuyas tonalidades variaban con la luz- habían sido el producto de su colaboración artística. Eso sí, los cientos de minuciosos dibujos y collages preparatorios de cada proyecto sólo los firma él, "porque yo no dibujo", apunta ella. Con lo que recaudan vendiéndolos directamente -rechazan a galeristas o representantes- financian esos proyectos que se niegan a etiquetar y que suelen tener presupuestos millonarios puesto que implican realizar estudios preparatorios de impacto ambiental, de ingeniería y movilizar a miles de trabajadores. Tampoco aceptan donaciones, ni patrocinadores, un atrevimiento muy poco usual entre artistas. "Es nuestra manera de preservar nuestra libertad", dicen atrincherados en su galería entre diferentes dibujos y esculturas de Christo.
Lo único que no hacen juntos es volar, "porque siempre tenemos proyectos en marcha y si le ocurre algo a uno, al menos el otro podrá terminarlo", explican casi al unísono. Por eso su viaje hasta La Rioja para la inauguración de la exposición que les dedica el Museo Würth lo hicieron en aviones separados.
La muestra podría considerarse una retrospectiva porque en ella hay obras que ilustran casi toda la trayectoria artística de esta osada pareja que ha escogido el mundo real como lienzo para sus obras, desde crear una lluvia de sombrillas azules y amarillas sobre 50 kilómetros de arrozales en Japón y California hasta cubrir con textiles los acantilados australianos, transformando esos y otros espacios en poesía visual. Sin embargo, los dos se apresuran a subrayar que la palabra "retrospectiva" no se ajusta a la realidad. "Primero porque lo que se verá en La Rioja es una selección de la colección privada del coleccionista Würth y nosotros no hemos participado en la selección. Pero sobre todo porque las retrospectivas son para cuando estás muerto". Lo dice Jeanne-Claude, cuyas afirmaciones ásperas son siempre matizadas por Christo, tan aparentemente frágil y menudo como ella. Él aclara que las retrospectivas son para cuando "estás enfermo, muy cansado o ya eres viejo".
No es su caso, según dicen, pese a sus 74 años. Ambos nacieron el 13 de junio de 1935 casi a la misma hora en ciudades diferentes -Gabrovo (Bulgaria) él, Casablanca (Marruecos) ella- y aunque tanto en su manera de moverse como de expresarse se nota el cansancio de la edad, su energía es de veinteañeros. "Todos la tenemos, lo que ocurre es que hay quien escoge utilizarla y otros que no. Es como la suerte, unos la dejan pasar y otros la reconocen en cuanto aparece y la atrapan", afirma Jeanne-Claude, para quien la suerte se llama Christo.
Se conocieron en 1958 en París, adonde este artista búlgaro había emigrado huyendo de la dictadura comunista y donde Jeanne-Claude residía junto a sus padres. Sus universos no podían ser más opuestos: ella era parte de la aristocracia francesa, "una joven extremadamente esnob y malcriada" -en sus propias palabras-, sin conocimientos artísticos, y él era un creador con los bolsillos vacíos que luchaba por ser parte de la vanguardia parisien y mientras sobrevivía haciendo retratos de aristócratas. Su historia de amor parece sacada de una novela del siglo XIX: según la biografía autorizada Christo and Jeanne-Claude, de Burt Chernow, él entró en su vida haciendo un retrato para su madre. Primero se hicieron amigos y Christo se convirtió en una especie de mentor con el que Jeanne-Claude descubrió las artes plásticas y el teatro. Después fue amante de su hermana. Finalmente, días antes de que Jeanne-Claude se casara con otro, comenzaron un secreto romance. Pese a ello, la joven contrajo matrimonio, pero lo rompió a los tres meses, ya embarazada de Christo. Su madre la desheredó, aunque finalmente ambos fueron aceptados en la familia. "Me convertí en artista por amor, incluso podría haberme hecho dentista por Christo", afirma ella. Él matiza que Jeanne-Claude también se enamoró del mundo del arte.
En 1961, Christo, que hasta aquel momento se había centrado en el objeto -ya entonces sus Packages, series de objetos empaquetados, apuntaban a lo que llegaría después-, dio el paso hacia otra escala. "Nuestra primera colaboración fue Stacked Oil Barrels, Dockside Packages en el puerto de Colonia. Hasta entonces yo hacía lo que todos los artistas convencionales, arte como objeto de cambio. Ahí creamos una escultura temporal a gran escala, envolvimos una serie de contenedores en el puerto, y...".
Fue el primero de 20 proyectos marcados sobre todo por la tenacidad: algunas de sus propuestas, como The Gates, han tardado 26 años en materializarse para existir durante apenas unas semanas. "No somos artistas normales. Nuestra vida consiste en planificar, viajar y mantener cientos de reuniones para conseguir convencer a políticos, gestores o rancheros de que acepten nuestras propuestas. También en sobrevivir, evitar que nos asesinen, llevar guardaespaldas...". Christo, quien pasa horas solo en su estudio trabajando los bocetos de esos grandes proyectos, lo dice bromeando, pero lo cierto es que han sufrido un intento de asesinato por parte de un grupo neofascista y aún hoy, cuando viajan a Colorado, donde esperan realizar su próxima obra, Over the river -cubrir con telas traslúcidas un tramo del río Arkansas-, llevan dos guardaespaldas porque el proyecto ha creado mucho rechazo en el área. "Tienen miedo de que atraiga a millones de personas como ocurrió en Berlín o Nueva York, pero no entienden que un proyecto rural no tiene el mismo impacto", afirman.
Su arma secreta, "la que derrumba los muros del miedo a lo desconocido", que crea sus utopías artísticas, simplemente se llama pasión, en palabras de Jeanne-Claude. "Hay gente a la que nuestra pasión les toca el corazón y se atreven a abrir su mente. Otros, no". ¿Por qué tanto empeño en realizar obras que cada vez les llevan al borde de la ruina económica, que conllevan interminables gestiones burocráticas y que nacen con vocación efímera? "No hay que buscar un significado oculto. Nuestras creaciones son simplemente obras de arte que nos apetece hacer. No tienen mensaje. Simplemente son. Su temporalidad es un valor añadido". Ahí radica gran parte de la fascinación inherente a todas ellas: son concebidas para no permanecer. "Estar frente a uno de nuestros proyectos es estar en presencia de la ausencia". Ambos hablan de su obra con grandilocuencia, a riesgo de sonar arrogantes. "Los artistas ilustran la realidad. ¡Nosotros trabajamos con la realidad!", exclama Christo. "Y cuando nos reunimos con políticos o propietarios discutimos sobre algo que aún no existe. Nunca se ha discutido una pintura o una escultura antes de que sea creada. Nuestros proyectos sí".
El único que nació con vocación de permanencia es la Mastaba de los Emiratos Árabes, una futura pirámide funeraria construida en el desierto, con 410.000 barriles de petróleo vacíos, que aspira a tener una altura de 150 metros y un tamaño superior al de cualquiera de las pirámides de Egipto. No quieren adelantar acontecimientos pero después de tantos años de lucha, su realización parece estar más cerca que nunca. "Se nos acaba el tiempo, por eso tenemos que dedicarle cada minuto al arte".
Christo y Jeanne-Claude. Obras en la colección Würth. Museo Würth. La Rioja. Avenida de los Cameros, parcelas 86, 87 y 88. Agoncillo. Hasta el 31 de marzo de 2010. www.museowurth.es/
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