Artefacto Dalí
Si Dalí hubiera sido Duchamp no habría sido pintor. También se podría decir lo contrario: que si Dalí no hubiera sido pintor -pintor con descaro y orgullo, incluso- hubiera podido ser Duchamp.
Y lo es, basta con darse una vuelta por Figueras. El nombre mismo de su sancta santorum no deja lugar a dudas: "teatro-museo" se llama, un escenario, pues, para la performance, para la actuación, para la máscara. Pero valdría la pena aclarar qué se entiende por "ser Duchamp" -y hasta por ser pintor- en el contexto de la Modernidad. Dicho de otro modo, por qué motivo "ser pintor" resulta en el protocolo de esa Modernidad tan incompatible con "ser Duchamp". "Ser Duchamp" es primar el proceso frente al producto, el artista frente a la obra; abdicar del marco, abandonar la pintura; tener cierto sabor a conceptualismo, salvoconducto para ser un representante intachable de la contemporaneidad.
Por ese motivo, y contrariamente a lo que sucede con Dalí, a Marcel Duchamp se le perdonan hasta las impertinencias. Porque si Duchamp -el artista frágil, ajedrecista- es el padre de todo lo que termina por suceder después de 1945, Dalí es considerado como un reducto anacrónico de las primeras vanguardias -en el mejor de los casos- y como un hombre de orden o hasta un farsante en busca de éxitos fáciles -en el peor. Duchamp es el auténtico, el que abdica, el huidizo. Dalí es el falso, el que se obstina y decide quedarse sin pudor, sometido a su egocentrismo. Es el odioso y el odiado: un vendido a la celebridad.
Sin embargo, aparte que las dicotomías son un tic del pasado, quizás las cosas son más complejas de lo que la mirada reduccionista vaticina -lo anuncia su "teatro-museo". Son complejas, sobre todo, porque Dalí es también Gala en un trasvase que llevan a cabo desde muy temprano, intercambio de papeles que se hace patente en un momento de su producción cuando juntos firman las obras: Gala-Salvador Dalí. Ambos son los actores privilegiados de una performance que tiene como fin último la construcción de un personaje para el cual la pintura, el producto, en sólo camuflaje y excusa. En un mundo mediático como el que les toca vivir parece esencial dividir las tareas, tener personalidades de repuesto -por si acaso. Juntos inventan ese artefacto que siendo los dos no es ninguno -pura representación.
Aunque Dalí -dicen- no es Duchamp, pese a la curiosidad mutua. No en vano La boîte en valise ocupa un lugar privilegiado en la Sala de Obras Maestras del museo en Figueras y comparte espacio con un genio incuestionable: Dalí mismo. Teniendo en cuenta esos malabarismos hiperbólicos que tanto entretenían al catalán, no parece casual que en dicha sala represente a Duchamp esa pieza, una de las parodias más extraordinarias de la Historia del Arte del siglo XX; el museo portátil, cuyas "obras maestras", miniaturizadas y multiplicadas, resumen todas las frustraciones del coleccionista -el consumidor- y reenvían a lo absurdo de la institucionalización de la obra de arte y del artista -el productor.
Quizás en la sala de las "obras maestras" el juego no se limita a la parodia de encerrar al museo/antimuseo de Duchamp en el museo/mausoleo de Dalí, sino que plantea un conflicto muy común en la sociedad de consumo. Si somos aquello que vendemos que somos, los que fabricamos, ¿podría pensarse, desde la puesta en escena paródica, que Gala-Salvador Dalí es la "gran obra" y no el "gran artista"?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.