El karateca atrapó al ladrón
Un vecino de Arganzuela retiene a un atracador que apuñaló a un comerciante chino de su calle
Un atracador apuñaló ayer con una navaja a un comerciante chino en el distrito de Arganzuela. El delincuente hirió al tendero en un forcejeo con un vecino, cuando intentaba huir de la tienda tras robar. La Policía Municipal detuvo al agresor después de que lo atrapara el vecino que socorrió a la víctima, atendida luego en el hospital 12 de Octubre por una herida sin consecuencias, según fuentes del centro.
Eran las diez de la mañana; calle de Tomás Bretón, esquina Batalla del Salado. El ladrón agredió al tendero, Li Z., de 35 años, y se dispuso a huir de la tienda con el botín -que un portavoz policial no logró determinar-. Abrió la puerta y se topó con un vecino que entraba al auxilio, Pablo Antonio Prieto, de 49 años: "Oí gritos al pasar frente a la tienda. Cuando entraba a ver qué ocurría salió el tipo con la navaja. Me enfrenté a él, lo mantuve a distancia empujándolo con los brazos mientras braceaba para pincharme. Entonces Juan [como llama a su amigo y vecino Li Z.] se metió en medio y le hundió la navaja en el costado".
Según el relato de Prieto, vecino del barrio y técnico de neveras de la tienda de al lado, Li se mantuvo en pie tambaleándose y agarró por el cuello al asaltante, lo que aprovechó él para tumbarlo en el suelo de cara y bloquearlo pinzándole el brazo contra la espalda. "Sé hacerlo porque soy cinturón marrón de kárate. Lo tuve quieto cinco minutos, hasta que llegó la policía", explicaba Prieto con el punto de orgullo que merece la acción.
Una patrulla de la Policía Municipal arrestó al delincuente y lo condujo al calabozo. Fuentes policiales informaban ayer de que el detenido, canario de 46 años, cuenta con un largo historial delictivo por tráfico de drogas y robos con violencia. Pablo Antonio se quejaba ayer de la "inseguridad" del barrio de Delicias y recordaba que la tienda de electrónica donde trabaja y el propio ultramarino chino han sido atracados en los últimos años. "Por estas calles pasa mucha gente y hay poca policía. Siempre pasa algo, pero uno no se preocupa hasta que le toca", lamentaba.
A media tarde, la tienda de Li era una balsa de aceite. Con su marido sano y salvo, su esposa jugaba con uno de los dos hijos de la pareja, un bebé de un año metido en una cesta de la compra. Su otra hija atendía a la clientela y su sobrino miraba absorto una película china en su portátil. "Está en casa. Bien", decía la hija de Li en su español esquemático.
Una ambulancia del Samur recogió tras la agresión a Li Z. y lo llevó al 12 de Octubre para curarlo. La puñalada no alcanzó ningún órgano vital y el tendero abandonó el hospital horas después. Por la tarde, su amigo Pablo Antonio aparcaba el trabajo por un rato y atendía a los periodistas que se acercaron a conocer su historia. Unos minutos de fama ganados con mucho valor.
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