'Pastuqui'
Aseguran que fueron los franceses, expertos en sentencias irrebatibles aunque desprendan olor a tópico, los que condensaron en la frase "buscad a la mujer" la solución final de enigmas complicados. Siguiendo ensimismado las conversaciones inequívocamente intelectuales entre esos señores tan aparentemente pintorescos, pero lamentablemente cotidianos en la fraternal y ancestral asociación entre el trinque y la política, denominados castizamente El Bigotes, El Curita, El Albondiguilla y alguien al que sólo se le conoce por Correa, lo cual evidencia el sacralizado respeto del ejemplar gremio hacia su jerarquía, me sorprendía que en medio de tanto cohecho, trajes y regalías, todavía no hubieran aparecido las putas, inevitable fin de fiesta en cualquier bisnes que se hayan montado tíos como Dios manda. Y gratis, por supuesto, cortesía del pragmático lanzador de anzuelos. Si lo hace Berlusconi, a costa del presupuesto del Estado y sin que decaiga la fe de los votantes en líder tan sensual, o Clinton intenta evaporar el escándalo de las mamadas ovales ordenando que lancen unos zambombazos sobre Irak, por qué van a tener que privarse del orgásmico relajamiento que proporcionan las cortesanas de lujo los humildes alcaldes de los pueblos y su hedonista anfitrión después de firmar contratos en nombre de la cosa pública y destinados al bien común. Y como no hay dos sin tres, a lo peor también aparece la farlopa, complemento imprescindible en cualquier fiesta con caché. En el fondo, todo el mundo sabe que la cultura que resume sus esencias en conceptos tan estimulantes como sexo, drogas y rock & roll, siempre será del gusto del personal. Aunque admito que puede haber variaciones en lo del rock. Que la clientela de Correa puede preferir el afrodisíaco de Julio Iglesias al de los Rolling Stones.
Pero no sólo de Gürtel viven los telediarios. También de las cositas penosamente humanas que le ocurren al representante del Altísimo en la tierra. Resulta que el dulce Benedicto ha sufrido una pequeña rotura en la muñeca, que la caída se produjo en el baño (qué peligro los templos de la privacidad), que le han escayolado, que no podrá tocar el piano. Éstas son las grandes noticias del mundo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.