De Bali 2002 a Yakarta 2009
Atentados como los de ayer en Yakarta ponen de manifiesto que el terrorismo global continúa siendo una amenaza para la seguridad nacional y la cohesión social, tanto para el sureste asiático en general como para Indonesia en particular. Ahora bien, de sus tendencias recientes, en dicho país y en el conjunto de la región, no se deduce necesariamente que se trate de un fenómeno en auge, aunque el entramado que lo sustenta sea relativamente robusto. Haber contenido sus manifestaciones durante los últimos cuatro años, en cualquier caso, ni invitaba ni menos aún ahora invita a la complacencia. La respuesta, decidida si bien algo ambivalente en ciertos momentos, de las autoridades indonesias tras los atentados de 2002 y 2005 en Bali o de 2003 en Yakarta, habiendo negado antes la realidad del problema, ha modificado sustancialmente la naturaleza del mismo y a medio plazo cabe esperar que persista en su actual configuración, más descentralizada que en el pasado.
Estamos, sí, ante unos incidentes que, por el modo en que han sido llevados a cabo, el perfil de los blancos afectados y las características de las víctimas, a todas luces se corresponden con el estilo propio de Al Qaeda y apuntan como autores de aquellos a miembros de su principal filial en la región, Yemaa Islamiya, que ambiciona una suerte de califato que incluya Indonesia, Malaisia, Singapur, Brunei y porciones de Tailandia, Camboya y Filipinas. Esta organización terrorista dispondría de capacidad para ejecutar los mencionados atentados suicidas, si bien algo menos espectaculares que otros posibles en entornos menos restrictivos. Así, los ocurridos en dos conocidos hoteles de Yakarta no han sido tan cruentos como episodios similares acontecidos antes en suelo indonesio, lo que en buena medida se explica por las medidas de protección existentes en ambos establecimientos, frecuentados por clientes occidentales, pero cuyos empleados son principalmente autóctonos.
En Indonesia, hoy, los atentados no son frecuentes, aun cuando existen oportunidades para el adoctrinamiento y la capacitación de terroristas. En todo el sureste asiático, la evolución del terrorismo global está condicionada por tensiones entre conflictos locales y agendas panislámicas, al igual que por avances en las políticas nacionales de seguridad y los mecanismos de cooperación regional. Respecto al contexto más inmediato de lo sucedido ayer en Yakarta, es preciso aludir, además, a que en Indonesia, con una población mayoritariamente musulmana, el apoyo a los partidos islamistas es limitado, pero las corrientes conservadoras e incluso radicales de entender la religión han crecido en influencia. También a que las autoridades del país desarrollan actualmente un programa de rehabilitación de terroristas presos y a que en noviembre fueron ejecutados tres miembros de la Yemaa Islamiya, condenados a muerte por su participación en los atentados de Bali de 2002.
Fernando Reinares es director del Programa de Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos.
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