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Reportaje:TOUR 2009 | Undécima etapa

El vértigo del velocista

Rojas, debutante en el Tour y cuarto en la puja por el 'maillot' de la regularidad, no descarta el éxito pese a la dictadura de Cavendish

Los tiene lejos, pero él los ve más cerca que los demás. Si algo no tiene José Joaquín Rojas, el sprinter del Caisse d'Épargne, es miedo. Vive bajo la dictadura de Cavendish, una especie de capo del sprint como en otros tiempos lo fueron Van Looy, Van Stenberger, Maertens o Cipollini entre otros, un tipo invencible, que no sólo gana siempre sino que ha transmitido al pelotón su aura de imbatibilidad. Casi todos esperan a que lleguen los Alpes y le agrieten la musculatura. Y corra el aire. Y haya rendijas por las que colarse en el despacho del jefe.

"Es mi primer Tour y la verdad es que me encuentro muy bien", afirma Rojas, un ciclista de carcasa escueta, pero rotunda. "He tenido muchos problemas este año: vértigos, rodilla… Y he entrado en el equipo del Tour a última hora, pero estoy contento". Lo está porque siente que está ahí "siempre cerca, como a unas pocas pedaladas. Me falta rematar, es cierto". Esas pocas pedaladas son las que separan a Cavendish de los demás.

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Rojas mira a la felicidad pero también ha vivido la tragedia. Como su compañero de equipo, Luis León Sánchez, también murciano, ha perdido a un hermano, Mariano, que apuntaba a buen ciclista, en acto de servicio. También en un accidente de tráfico, cuando se dirigía a tomar el avión para disputar el campeonato de España en 1996. Fue un año duro para el ciclismo español, que también perdió a Antonio Martín arrollado por un camión cuando se estaba entrenando. Dos promesas truncadas, dos golpes muy duros.

José Joaquín tenía 11 años cuando la vida le dio el primer puñetazo al pequeño de cinco hermanos. Quizás mantiene parte de la genética de Mariano porque se considera "un ciclista muy fuerte" al que no le gusta perder "ni a las canicas". "No soy un sprinter, paso la montaña entre los 40 primeros y creo que puedo moverme en muchos terrenos", se define.

El chico encajó el golpe y miró de frente al futuro. Tan de frente que en el Mundial juvenil de 2002 en Zolder (Bélgica) arrolló a varios de sus rivales en un sprint brutal para acabar siendo cuarto. Ahora, en su debut, es el tercero en la clasificación por puntos, la que otorga el maillot verde que el año pasado consiguió Óscar Freire. Rojas, que está justo detrás de Cavendish y Hushovd y empatado con el estadounidense Farrar, ni sueña ni deja de soñar con el color de la esperanza. "Nunca se sabe. Igual te metes en algunas escapadas y puedes sumar puntos imprevistos", confía.

La de Rojas es arriesgar un poquito más cada día. Ayer se cayó en una montonera al principio de la carrera, pero eso forma parte del aprendizaje del Tour, como ver el sillín de Cavendish. En el fondo a los sprinters les ocurre como a los escaladores: ellos también esperan que lleguen los Alpes, aunque con objetivos muy distintos. Los segundos para romper la carrera, establecer diferencias, acariciar la gloria final; los primeros, para que corra el aire y haya huecos, rendijas, ventanas abiertas. Y se acabe la dictadura de ese tipo británico que nació en el circuito maldito de la isla de las motos. Rojas, de Cieza (Murcia), espera. "No, no soy un pequeño Valverde. Si acaso, algo parecido a Freire", apunta y se va a echar el autógrafo en el podio.

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