Multinacionales emergentes
Uno de los exponentes más destacados de las transformaciones que han tenido lugar en la escena económica y financiera internacional es el crecimiento significativo de distintas formas de exportación de capitales procedentes de economías no avanzadas. La inversión directa en el extranjero y las inversiones de cartera son las dos vías más importantes. A través de las primeras, que requieren participaciones de control, se han creado empresas multinacionales en sectores diversos, desde las materias primas hasta el propio sector financiero. Los instrumentos más característicos de la segunda categoría de flujos de capital son el nacimiento y crecimiento de los denominados fondos de inversión soberanos.
Ambos son una concreción de la denominada paradoja de Lucas, acuñada por el premio Nobel de Economía Robert Lucas, que destacaba la posibilidad de que los flujos de capital, en lugar de dirigirse desde las economías avanzadas, maduras, hasta los países menos desarrollados, donde supuestamente el recorrido de la productividad marginal del capital es mayor, acaban fluyendo en dirección inversa.
Ha sido así estos últimos años. Desde algunas economías no desarrolladas, las asiáticas (China de forma destacada) y las exportadoras de petróleo, se ha financiado el déficit de ahorro de algunas grandes economías. EE UU y España son dos de los casos más destacados. El déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente de éstos ha sido financiado por los saldos de signo contrario en las balanzas de pagos por cuenta corriente de economías como la china. Una expresión de esos abultados desequilibrios globales que en ocasiones se identifican como desencadenantes más o menos remotos de la crisis financiera global que ahora estamos sufriendo.
El crecimiento de las multinacionales (empresas cuyas inversiones aspiran a mantener posiciones de control donde se destinan) provenientes de economías consideradas emergentes, de forma destacada los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), y el no menos destacado de los fondos soberanos (nutridos con los excepcionales aumentos de reservas internacionales) han contribuido a generar cierta suspicacia en algunos países desarrollados de la mano de viejas concepciones y prejuicios acerca del carácter estratégico de determinadas compañías. Lo cierto es que a través, mayoritariamente, de adquisiciones de empresas en otros países emergentes o avanzados, y en menor medida mediante la creación de empresas nuevas (las denominadas inversiones greenfields), algunas economías no pertenecientes al hasta ahora selecto club de la OCDE han conseguido disponer de una población de empresas transnacionales significativas, algunas de ellas ya situadas en posiciones destacadas en las clasificaciones de las mayores y más internacionalizadas.
Se trata de señales favorables, inequívocamente expresivas de integración de esas economías en la escena económica y financiera global, garantía, en cierta medida, de contención de las tentaciones proteccionistas. Y esto, en los tiempos que corren, debería ser una señal mucho más tranquilizadora que la eventual amenaza competitiva asociada al protagonismo de esas empresas. Como lo es la distribución del poder económico global.
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