Oscar-sorpresa japonés
Cuando, en la pasada ceremonia de los Oscar, el japonés Yojiro Takita recogió la estatuilla a la mejor película de habla no inglesa por Despedidas, la polémica por lo que muchos consideraron injusta desestimación de la favorita Vals con Bashir hizo que nadie reparara en la singular letra pequeña de la victoria: por primera vez un director formado en el terreno del cine erótico accedía a la gloria del Oscar. Creador del personaje del detective Kuroda, significativamente apodado El Acosador, Takita tiene en su haber una prolífica filmografía puntuada por títulos cuya traducción no deja lugar a dudas acerca de su adscripción genérica: El culo de Rumiko, Violación sucesiva (ambas de 1983), Inspeccionando tu ropa interior (1984)... A partir de 1986, el cineasta inició, no obstante, ese perseverante camino hacia el mainstream que parece culminar con Despedidas, película que llegó a la carrera de los Oscar tras haber reunido 10 premios de la Academia Cinematográfica japonesa.
DESPEDIDAS
Dirección: Yojiro Takita.
Intérpretes: Masahiro Tomoki, Ryoko Hirosue, Tsutomu Yamazaki, Kimiko Yo.
Género: Drama. Japón, 2008. Duración: 130 minutos.
Resulta inevitable sacar conclusiones sobre la saludable falta de prejuicios de una industria nipona, y de un público que no condena al ostracismo profesional a quien ha velado sus armas en el bajo vientre del imaginario colectivo. Tampoco hay que desdeñar la ambición profesional y creativa del propio Takita: ¿Sería posible imaginar un recorrido semejante en el contexto del cine español? No vale contar ninguna película erótica con coartada cultural (o artie).
Es posible que al erudito en la materia no le cueste demasiado encontrar ecos de ese viejo Takita en los intersticios de Despedidas, pero este crítico se atreve a cometer la osadía de guiarse por la intuición: al comienzo de la película hay una desconcertante nota de humor sobre la identidad sexual de un difunto que no está lejos del chiste de Ozores pasado a limpio. Lo más desconcertante y singular de Despedidas -y, probablemente, uno de los signos identitarios de lo japonés- está en el constante tránsito entre lo dramático y lo cómico, entre la carga de profundidad y el recurso distanciador. Por debajo de esa fluidez en el tono, la película de Takita responde al perfecto ejercicio de estilo orientado a seducir al público global: es una película sobre un tema grave -la muerte- que sabe reinventarse como bálsamo para todo tipo de espectador. Finalmente, como en Mar adentro (2004), se transforma en conciliador canto a la vida.
En Despedidas, un músico desempleado se ve obligado a reciclarse como amortajador, oficiante del ritual de despedida del difunto frente a su doliente familia. El tabú de la muerte, firmemente enraizado en la cultura japonesa, le convierte en un apestado social y le lleva a ocultar la naturaleza de su nuevo oficio a su esposa. Lo que sigue es una historia de redención que debería haber reforzado sus vínculos con el gran cine humanista japonés -inevitable añorar a Kurosawa- en lugar de rendirse a los golpes de efecto del sentimentalismo globalizado.Lo más singular es el constante tránsito entre lo dramático y lo cómico
Babelia
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