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Reportaje:

De Andratx al parnaso catalán

Baltasar Porcel perdió ayer, a los 72 años, su batalla contra el cáncer

Baltasar Porcel (Andratx, 1937), voz vital por prolífica, popular y premiada (24 galardones) en la literatura catalana de la segunda mitad del siglo XX, con una sesentena de títulos y primer escritor moderno de Mallorca que se profesionalizó, contó en su momento que hace tres años le atacó el cáncer y que le extirparon un tumor en la corteza cerebral. No se amedrentó y hasta narró su experiencia en los medios y en su última novela, Cada castillo y todas las sombras (2008, premio Sant Joan). Proclamó el "éxito sobre mi enfermedad" confiado "en la ciencia, el azar, la voluntad, el futuro". Pero el mal-mal, -así aluden al tema los mallorquines-, contraatacó. Hasta acabar con su vida ayer a las 19.15 horas en el Clínico de Barcelona. El Gobierno de la Generalitat anunció que mañana viernes (de 10.00 a 19.00 horas) se abrirá la capilla ardiente en el Palau Moja de Barcelona y el sábado será enterrado en Andratx, su villa natal de Mallorca.

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Paradigma del autodidacta que se torna cosmopolita desde su raíz local, Porcel no dejó de escribir, hasta días antes de su muerte, su colaboración en La Vanguardia, que inició en 1967. El periodismo fue siempre su otra gran pasión, que inició en Diario de Mallorca y antes como corrector tipográfico del diario franquista Baleares, donde conoció a la novelista Concha Alós, clave en su futuro primer éxito en Cataluña, en el mundo editorial en castellano y para su profesionalización como escritor.

Porcel, hijo de familia rural y marinera, decidió ser escritor y triunfar en ello siendo chaval. Construyó su mundo mágico y mítico alrededor de la tierra pobre de Andratx, con contrabandistas, emigrantes a Cuba, marineros atrevidos, historias fantásticas y creíbles, que hizo actuales con los cambios del turismo y la corrupción.

Sería ese mito de Andratx cada vez más maduro el que daría algunos de sus libros más importantes y laureados (todos ellos traducidos al castellano): Difunts sota els ametllers en flor (1970, premio Josep Pla, 1969, y su primera obra de fama); Cavalls cap a la fosca (1975, premio Bertrana); Les primaveres i les tardors (1986, premio Sant Jordi), y El cor del sanglar (2000).

La primera piedra de su edificio literario la había puesto en Sol negre (1961), donde aparece mosén Gabriel Rabassa, que, exactamente una década antes, le había pasado los primeros libros escritos en catalán. Curiosamente, la novela quedó emparedada entre dos obras de teatro -Els comdemnats (1959) y La simboba fosca (1962)-, género que casi aparcó en los sesenta para dar paso a novelas de aventuras como Els argonautes (1968).

En sus inicios, Porcel fue guiado por su protector, el Llorenç Villalonga de Bearn, que dijo de él: "Un joven de 21 años, casi desconocido, (está) entre las primeras figuras de la intelectualidad catalana". Hábil en el trato, también trabajó con el equipo de Camilo José Cela en Papeles de Son Armadans. Mientras el boom latinoamericano arraigaba en los años sesenta en Barcelona, Porcel desembarcaba en la capital catalana para profesionalizarse en el mundo periodístico y editorial. Su literatura, en el fondo, no fue ajena a sagas extensas, el realismo mágico y las personalidades excesivas. Él mismo en algún momento lo fue, escudado durante años tras sus gafas negras y una rara perilla, paseando en coches deportivos y embutido en abrigos de pieles árticas. A pesar de escribir sin pausas, fijó su nombre-marca en la prensa, la radio y la televisión, siempre con un punto polemista. Esa fuerte personalidad le hizo chocar en más de una ocasión con otros personajes de las letras y la política, y fueron muy conocidas sus pugnas dialécticas con Juan Marsé. Cierta inquina hacia su persona vino generada por su paso por la mítica revista Destino en los años setenta. Tras viajar a la China de Mao, África, Oriente Medio y Estados Unidos, se dijo seducido por el anarquismo, pero ayudó a la refundación del PSOE de Andratx y también se mostró afín a los criterios de la patronal. Finalmente, acabó en el entorno de confianza de Jordi Pujol, quien siendo banquero le encomendó la dirección real del prestigioso semanario. Porcel dio un vuelco radical a Destino y provocó la salida de la mayor parte de su equipo, especialmente de las voces más izquierdistas; ni Josep Pla, que creía mucho en él como escritor, se libró de un buen encontronazo.

Militante del nacionalismo cultural, el entorno pujolista le acabó ensalzando como el mejor escritor catalán. Pujol mismo le puso al frente del Instituto Catalán del Mediterráneo (1988-2000) y del jurado del premio Internacional Cataluña.

Porcel fue durante muchos años, a ojos nacionalistas, uno de los pocos nombres exportables de las letras catalanas: escritor bilingüe, sin conflictos internos, había tendido puentes con las élites de Madrid. Además, Porcel fue en su día interlocutor del ex presidente Josep Tarradellas y anfitrión del Rey Juan Carlos en la casita de sus ancestros en las montañas de Andratx. Más adelante, fue incluso asesor de temática y habla catalana del Príncipe de Asturias. Ese currículo ayudaba también para su candidatura al premio Nobel de Literatura, como intentó promover sin éxito el Gobierno catalán.

Su carrera culminó hace apenas dos años con el Premio de Honor de las Letras Catalanas. Siete volúmenes de obras completas resumen hasta la fecha su vida literaria, mientras la personal la recoge la investigadora Maria Àngels Roqué, con quien tuvo sus dos hijos, Alexandre Baltasar, periodista, y Violant, comisaria de exposiciones. En su tierra, Baleares, este 2009 es el escritor del año. Del parnaso de las letras catalanas, lo es para siempre.

Más información en la página 46

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