_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Dieciséis

Respecto a la larga y atosigante polémica sobre el aborto, y en concreto sobre la edad de decisión de las mujeres, debo decir que yo no creo que a los dieciséis años una chica tenga madurez suficiente para tomar decisiones trascendentales. Es más, tampoco creo que la inmensa mayoría de las personas alcancen esa madurez ni a los cincuenta. Personalmente, a veces tengo la sensación de que, cuanto mayor me hago, más me atontolino. A lo peor el genial J. M. Barrie, el autor de Peter Pan, tenía razón cuando decía: "No soy lo suficientemente joven como para saberlo todo" (él fue emocionalmente desastroso toda su vida).

Sea como fuere, de todos es sabido que las leyes son un marco general, una vasta superestructura que cae a plomo sobre la sociedad. La Justicia es ciega como símbolo de su imparcialidad, pero también porque no puede ver el caso individual. Por ejemplo, las garantías de un Estado de derecho pueden permitir que algún asesino se libre del castigo, pero sin duda son un enorme avance para la sociedad en su conjunto. Quiero decir que, con las leyes, muchas veces hay que escoger el bien mayor, por encima de los males más pequeños. Una chica de dieciséis años que se plantee abortar y tenga una relación razonablemente buena con sus padres, seguramente les contará su problema. Y, si tiene una mala relación, ¿por qué suponer que la culpa es de ella y no de su familia? Estoy segura de que hay adolescentes descerebradas que recurren a la tragedia del aborto con la misma liviandad con que se beben un vaso de agua, pero también estoy segura de que hay padres terribles que obligan a sus hijas a tener el niño pase lo que pase, a veces después de haberles dado una paliza por preñarse (y, por cierto, también hay padres que obligan a abortar). La cuestión es decidir si esta ley supone un bien mayor. Y, para mí, así es.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_