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La recesión llega a los hoteles

Los establecimientos se enzarzan en una guerra de precios

Lluís Pellicer

Hace unos meses comer en el hotel Le Méridien, un cinco estrellas ubicado La Rambla de Barcelona, costaba unos 45 euros. Hoy hay el menú vale 15 euros. El establecimiento optó por "reinventarse" a finales del año pasado, cuando se vio venir un 2009 negro en el segmento del turismo de convenciones e incentivos. Decidió hincar el diente al turista vacacional. El precio de la habitación del hotel, por ejemplo, incluye también la entrada al Macba. Y el bar ofrece sesiones con pinchadiscos. Adaptarse o morir. Otros establecimientos se han decantado por la guerra de precios, y a la mayoría no les ha quedado otra que ajustar sus plantillas.

El mes de junio arrancó con el anuncio de dos expedientes de regulación de empleo (ERE) temporales, el del Juan Carlos I y el del Princesa Sofía, una medida que sorprendió porque el sector apenas la había usado hasta entonces, y porque precisamente lo hacían dos establecimientos de alta categoría. Pero la recesión ha puesto a prueba el rápido crecimiento de la planta hotelera de la capital catalana.

"Se acabó la época en que el empresario fijaba el precio; ahora lo hace el cliente"
Además de bajar precios, los hoteles están ajustando sus plantillas

En tres años la ciudad ha logrado 57 hoteles y 7.250 plazas más, según el Ayuntamiento. Y para los próximos dos años hay previstos otros 30 proyectos ideados en época de vacas gordas. "Hay una clara sobredimensión. En épocas de más demanda, cuando las empresas organizan más viajes de negocios y reuniones, el sector iba aguantando", asegura el director de Hoteles de la consultora CB Richard Ellis, Jorge Ruiz. Hoy las corporaciones han recortado esos gastos, y los establecimientos barceloneses lo están sufriendo.

¿Qué están haciendo para contrarrestarlo? La primera estrategia es bajar precios. "Eso está teniendo unos efectos perversos. Se crea una cascada: los de cinco estrellas bajan precios, y el cliente de uno de cuatro estrellas puede acceder a un hotel de lujo; así que el de cuatro también rebaja tarifas para no perder turistas... Es peligroso, porque la ocupación se recuperará, pero los precios lo harán con muchas más dificultades", asegura la directora de la consultora Christie & Co, Inmaculada Ranera.

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La estadística de precios del Gremio de Hoteles de Barcelona es demoledora. En abril del año pasado la tarifa media en un establecimiento de cinco estrellas era de 241,43 euros por dormitorio. Este año bajó hasta los 163,15 euros, y eso que estaba la Semana Santa para salvar los muebles. La caída se produjo en prácticamente todas las categorías. En general, la estancia fue el 27% más barata.

Además de bajar precios, los hoteles están ajustando sus plantillas. El secretario de Comercio, Hostelería y Turismo de UGT, Óscar López, explica que las empresas lo están haciendo con despidos individuales, no renovando a trabajadores temporales y con la política de no formalizar nuevas contrataciones. López espera no ver más ERE en el sector, aunque fuentes empresariales no lo descartan.

El hotel Axel no está abocado al turismo de convenciones, sino más bien al vacacional. Aun así, también ha tenido que bajar precios y adaptar sus servicios. "Estamos haciendo acciones muy agresivas, ofertas de precios muy buenos al principio que vamos subiendo a medida que se acerca la fecha", asegura el presidente de la cadena, Juan Juliá. El hotel también ha adaptado su oferta. En verano cerrará el restaurante al mediodía, cuando la actividad flojea, y pondrá una carta sencilla y con precios asequibles en su terraza.

Ante el mal arranque del año, el gremio aguarda al cierre del primer semestre para dar cualquier opinión. El consultor y coordinador de los hoteleros catalanes, Domènec Biosca, sostiene, no obstante, que se acabó la época en la que el empresario fijaba el precio. "Ahora lo hace el cliente. El hotelero debe saber diversificar sus vías de comercialización", sostiene. Coincide con él Bruno Hallé, socio consultor de Magma Turismo. "Bajar precios no nos va a salvar, y además las tarifas tardarán en volver a subir. Hay que ofrecer servicios adicionales y buscar valor añadido", asegura.

Se trata, por ejemplo, de ofrecer el traslado desde el aeropuerto, un menú asequible, una sala de reuniones de forma gratuita o dar entradas para museos. El director de Le Méridien, Gonçalo Duarte-Silva, afirma que la senda es la de "agarrarse a la marca" y a la vez "ser capaz de reinventarse".

Justamente, en medio de este vendaval aterrizará a finales de año un nuevo hotel de gran lujo, el Mandarin Oriental, un proyecto en el que se ha volcado tanto la cadena gestora como Maria Reig, propietaria del inmueble. El director de Mandarin en Barcelona, Lluís Marcó, no está preocupado. El establecimiento no atacará el segmento de grandes convenciones, sino más bien el vacacional y el de pequeños grupos. "Llegamos en un momento complicado, pero ya tenemos actividad para diciembre y enero. El concepto será rompedor, será algo diferente. Y eso suscita el interés del cliente", señala Marcó.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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