Ahora, soluciones
Con el señuelo de un puesto de trabajo el PP acarreó desde Castellón unos cientos de inmigrantes para aplaudir en el macro-mitin celebrado a primeros de mes en la Plaza de Toros de Valencia. Fue una vileza sin paliativos, agravada en este caso por los tiempos de necesidad que corren y el mortificante engaño en que concluyó, pues ni siquiera se gratificó a esta clac cautiva y menesterosa con el curro eventual prometido para recolectar ajos. Un episodio con aire galdosiano y aún franquista que todavía es posible por la degradación democrática y desvergüenza política que abona por estos pagos el partido del presidente Francisco Camps.
Y lo paradójico del asunto es que el PP valenciano, ungido como está por la providencia y blindado frente a la roma oposición que le ha tocado en suerte, no necesita de tales recursos para colmar unas gradas con una clientela enfervorizada. Hoy por hoy la tiene camelada y aún belicosa desde que opina -decimos de la grey pepera- que el molt honorable, su líder, ha sido víctima de una celada a propósito de unas modestas indumentarias que podrían aniquilar su carrera. Tal es la adhesión inquebrantable, que posiblemente no mermaría por más que el ahora imputado presidente acabase en el banquillo y condenado por cohecho. (Uf, toquemos madera). La mentada democracia degradada incluye también esas emanaciones de fanatismo tan peculiares de la derecha. De ahí que tenga visos verosímiles la posibilidad de que el referido embarque de esos trabajadores se deba -como se dice- a la oficiosidad de unos dirigentes prestos a colgarse medallas más que al plan o estrategia del partido, que para estos trances electorales siempre ha contado con tipos cualificados, como El Bigotes, sin ir más lejos, hoy empapelado.
Que el viento le sopla de popa al PP y le avala cualquier desatino lo prueba la neutralidad o indiferencia con que ha sido acogido el eslogan "Ahora, soluciones", propalado sin el menor sonrojo en la reciente campaña electoral. ¿Soluciones a qué problemas? ¿A los que ha creado este mismo Gobierno autonómico desde 1995? Porque lo cierto es que no cabe en esta columna la nómina de despilfarros y fracasos que orlan la gestión de la Generalitat y que han sido vendidos como grandes eventos, aunque la realidad revele que se han liquidado o están en ello a pura pérdida. Terra Mítica es la última aventura que se ofrece al mejor postor, pero también se han ido al traste las famosas regatas, el circuito automovilístico y las innumerables ciudades de la Luz y de las Tinieblas que se han venido abajo apenas se ha pinchado el globo ilusorio -e inmobiliario- que las sostenía. Vista en perspectiva, la de Camps ha sido una política solipsista contra la que -hay que reconocerlo- se ha estrellado toda crítica. Si el primer deber de un político a la usanza es resistir, permanecer, nuestro presidente es un campeón, pero también ha sido una calamidad a la hora de afrontar la crisis.
El PP indígena nos ha engañado como a esos pobres inmigrantes con quienes hemos arrancado este comentario. Nos ha abrumado con regalos virtuales o envenenados, que han sido pura ruina. Verdad es que esta autonomía nunca ha estado justamente financiada desde que se constituyó como tal, aunque ese déficit no justifica los aludidos derroches ni que como comunidad seamos el farolillo rojo en tantos parámetros que dan cuenta de la eficiencia y el progreso. Soluciones, ya.
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