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Reportaje:

Los muertos de Arcoia gastaban botas

Hallados los restos de un segundo esqueleto en la cueva de O Courel

Si había dos cráneos, tenía que haber dos cuerpos. Doce días después de la expedición judicial a la cueva de Arcoia, en O Courel, una larga y arriscada operación en la que los espeleólogos de la Guardia Civil de Trives sólo lograron rescatar un esqueleto, han sido hallados los huesos de otro ser humano. No era demasiado difícil, una vez dentro de la cavidad sólo había que enfocar las linternas hacia la pared del fondo y remover una capa de unos 40 centímetros de cascotes.

Los huesos del segundo esqueleto de Arcoia, junto a la aldea de Céramo, en el Val de Visuña, esperaban aún no se sabe desde hace cuánto tiempo a menos de un metro de los de su compañero, en la misma sala de la gruta. Las piedras que ocultaban el cuerpo hasta ahora, una avalancha de pizarras grandes y pequeñas provocada por la naturaleza o por la mano del hombre, ayudaron a su conservación y los huesos todavía presentan restos de carne seca.

Junto a las costillas hay un casquillo de cobre sin marcas de ningún tipo
El esqueleto continúa calzado y los cordones permanecen atados

A simple vista, parece que nadie movió el cadáver desde el día que fue arrojado a este pozo de la Cova Arcoia de ocho metros de altura. La tibia y el peroné de una de las piernas llevan todavía calzada la bota de cuero negro. La suela parece de goma y los cordones permanecen atados como la última vez que su propietario los anudó. El cuerpo muerto debió de rodar por la pendiente suave del suelo de la caverna y fue a dar contra la pared del fondo, donde quedó durante décadas descansando sobre un costado. Pierna sobre pierna. Bota sobre bota.

A la altura del corazón o del bolsillo de una camisa que ya no existe, al lado de las costillas, ha aparecido también el casquillo de cobre de una bala. Mide cuatro centímetros de largo y podría ser del calibre 16. Demasiado grande para un homicidio, salvo en tiempos de carencia y de guerra, cuando no se le hace ascos a ninguna munición. Éste parece el casquillo de un proyectil de caza mayor, bastante antiguo y sin marcas de fábrica ni referencias de ningún tipo.

Después de este descubrimiento parece posible desentrañar el misterio de los huesos de Arcoia. Quizás no se llegue nunca a saber la historia de esos dos desconocidos que supuestamente fueron asesinados en O Courel y arrojados al vientre negro de la montaña, pero es probable que el cartucho, y sin duda el calzado, revelen el periodo de la historia en el que vivieron y murieron estas personas que nadie reclamó nunca. A la vista de las botas tobilleras parece imposible que se pueda sostener la teoría del director del Instituto de Xeoloxía Isidro Parga Pondal, Juan Ramón Vidal Romaní, que defiende que los restos de Arcoia datan de hace unos 300 años. Más bien, el hallazgo viene a dar la razón al otro experto que estudió las dos calaveras recuperadas del mismo lugar hace 17 años, Fernando Serrulla, director del Laboratorio de Antropología Forense del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga).

Él cree que los de Arcoia llevan muertos unos 70 años, pero también puede ser que unos 100. En 1992, después de que la paleontóloga Aurora Grandal recogiese los cráneos y algún hueso más en Arcoia (sin encontrar el resto de los cuerpos), Serrulla envió un par de molares al acelerador de partículas del Laboratorio Svedberg, en Uppsala. La prueba del carbono 14 dio un resultado demasiado abierto, con un amplio margen de error: los huesos podrían tener entre 50 y 150 años, porque en épocas históricas tan recientes el método no atina. En estas ocasiones, lo más efectivo es la experiencia y el propio criterio del estudioso. Y la opinión personal de Serrulla es la de que estos huesos "pertenecen a la Guerra Civil, aunque tampoco se puede descartar que sean de la época carlista".

Con sólo el par de calaveras, un maxilar inferior, varios dientes, un húmero, un cúbito y un radio, Serrulla y otro médico forense prestigioso, Francisco Etxeberria, concluyeron en su informe que los muertos eran un hombre y una mujer, él de unos 35 años y ella de unos 18. Ahora, si se produce una nueva expedición de la juez de Monforte a la cueva, los forenses del Imelga y la Guardia Civil, será sencillo sacar más conclusiones.

El día 4, tras un primer examen del esqueleto algo incompleto que se recuperó, los tres forenses creyeron encontrarse ante los restos del varón, un hombre bastante alto, de fémures largos. El nuevo cuerpo descubierto ahora por unos espeleólogos también parece grande, y las botas no son de las tallas que mayoritariamente calzan las mujeres. Claro que en tiempos de carencia, y de guerra, uno tampoco le hace ascos a unos buenos zapatos aunque sean tres números más grandes. Cuentan los viejos que en O Courel, hace 70 años, casi nadie gastaba botas de cuero. Los que podían comprarlas las reservaban para ir a misa los domingos.

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