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Columna
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Madrid ha muerto

Madrid ha muerto fue el título que le puso Luis Antonio de Villena a una atractiva novela suya sobre la movida que refleja un Madrid muy sugestivo. Tomó ese título de una exclamación de Manuel Piña, uno de los más destacados personajes de aquella festiva agitación ciudadana de finales de los setenta, en un momento en que vio en peligro la libertad de un Madrid que saludaba a la democracia con excesos y la vivía con vigor. Así que cuando supe que se creaba una fundación con el nombre de Madrid Vivo imaginé que se trataba de una respuesta a la espontánea exclamación de muerte de Madrid por parte de Piña con la recuperación de la ciudad libertaria que albergó en la movida o de una moderna alternativa para resucitar a la ciudad por donde pueda languidecer. Y más si la fundación tenía que ver con una Jornada Mundial de la Juventud que vivirá Madrid en 2011.

Rouco quiere que Madrid llegue a 2016 santificado y que el alcalde ofrezca una ciudad monasterio

Pero enseguida tuve noticia de que tal celebración será una jornada de jóvenes católicos, creo que presidida por el joven Ratzinger. Se trataba en consecuencia de una juventud concreta y singular. "Juventudes católicas de España, galardón del ibérico solar", cantaba la Acción Católica de antaño en su himno. Y a ese galardón del ibérico solar, más los galardones asociados de otros solares no ibéricos, pertenece esa jornada mundial que cuenta ya con su plataforma de apoyo. Y es de aplaudir que esa plataforma sea cívica, como se declara, no sólo para los que no piensan como ellos, sino especialmente para ellos mismos. Y que sea plural. Eso significa no sólo que la Iglesia es consciente de que la sociedad es plural, sino que lo es ella misma. Pudo haberme bastado, no obstante, la foto del grupo que apoya esa magna concentración de jóvenes, casi todos los fotografiados algo mayores, para advertir de entrada la escasez de espíritu juvenil en un evidente retrato de la tercera edad. O debió bastarme para eso la figura del arzobispo madrileño que la presidía: Rouco, símbolo de vida y juventud, cada vez que pronuncia la palabra vida en cualquiera de sus variantes se mete con alguien. Bien podría parecer por eso que al hablar ahora de un Madrid vivo pretenda contraponerlo a un Madrid abortado en cualquiera de sus renacimientos. El arzobispo quiere que Madrid llegue a 2016 santificado y que el alcalde ofrezca al foráneo una ciudad convertida en monasterio, pero no sé si en eso va a encontrar el apoyo de Ruiz-Gallardón o la clientela extranjera exige más pecado.

Me extrañó, sin embargo, que estando Rouco al centro del grupo fotografiado -mejor ataviado, eso sí, que en las manifestaciones- la Fundación Madrid Vivo sea una "institución dirigida a creyentes y no creyentes que compartan el interés por reconocer la dignidad humana más allá del materialismo economicista". Lo digo especialmente por el ecumenismo, tan escaso en Rouco, pero la verdad es que la referencia al materialismo economicista, rodeado de banqueros y patronos muy principales, era un primor: ofrecía una especie de exorcismo, un freno a la mundanidad y al despilfarro verdaderamente conmovedor. Bien es verdad que el cardenal no ha debido pedir apoyo a gente tan relacionada con el materialismo economicista para que desde sus convicciones católicas sirvan de ejemplo a los jóvenes que luchen contra ese materialismo, aunque no me extrañaría que algunos de ellos no tuvieran reparo alguno, por risible que pueda parecer, en brindarse como modelos. Lo que pretendía Rouco con la foto de marras es dinero para ese Madrid vivo, que tiene sus gastos. Y se lo pide a los bancos, no porque el laico Zapatero no se lo vaya a dar, que ya se lo ha prometido, sino porque quiere que se lo dé por partida doble, es decir, también con parte del dinero público con que se subvenciona ahora a los piadosos banqueros.

Pero, volviendo a lo ecuménico, si ya el cardenal madrileño tiene dificultades para entenderse con muchos creyentes, y es evidente su hostilidad con los que no creen, tiene mérito que aborde ahora una fundación para cambiar de conducta. Estaba en la foto del grupo el representante de la Comunidad Judía en Madrid, eso sí, lo cual es una garantía de que al menos con los judíos, tal vez por motivos estrictamente espirituales, es capaz de retratarse Rouco. Pero es indudable que tiene tanto derecho el aguerrido prelado a congregar a sus jóvenes aquí para hacer un Madrid vivo, más que una corazonada en su caso, como quien no participe de su concepto de la vida estará en su derecho de interpretar que el Madrid que Rouco tenga por más vivo pueda ser para él un Madrid muerto. Y de acuerdo con eso no resultaría aventurado imaginar que si Manuel Piña viviera y oyera hablar del Madrid vivo de monseñor confirmara que de verdad, ahora sí, Madrid ha muerto.

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