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Columna
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Tontos

Los límites políticos y geográficos de Europa no pasan por Vinaròs y Orihuela, las montañas del Maestrazgo turolense o la serranía de Cuenca. Europa, afortunadamente, es algo más que la franja larga y estrecha del territorio valenciano. Del Atlántico a los Urales, nos repetían los maestros en la escuela delante del mapa, aunque los rusos conservan algunos posos asiáticos y los ingleses se enroscan demasiado en su isla. En ese mapa dependemos unos de los otros más de lo que aparentemente nos puede parecer determinados por la historia y la cultura, condicionados por la economía. Las instituciones europeas incluyen hoy en día a la mayor parte de los países que aparecen en ese marco europeo, donde ese otro día se celebraron elecciones, cuyo resultado en casi todos los lugares fue claro y transparente: ganó la abstención. Y ese, sin lugar a dudas, no fue en absoluto un buen resultado. Ningún europeísta convencido se llena de contento si considera que en Holanda votó únicamente el 40% del electorado, y que la bajísima participación permitió que una formación ultraderechista se convirtiese en esos comicios en el segundo grupo más votado en el país de los diques y los tulipanes. También con una baja participación, la mitad del electorado poco más o menos, se votó por ejemplo en Stuttgart, la capital del estado federal alemán de Baden-Württemberg, aunque allí los resultados fueron otros: ganó la derecha democristiana los comicios europeos, pero ganaron los verdes los comicios municipales que tenían lugar a la misma hora y lugar. Y es que en el ámbito local grandes sectores de la ciudadanía en Stuttgart andan preocupados con un denominado Stuttgart 21; un proyecto de miles de millones de euros y dimensiones faraónicas, infraestructuras viarias que han de cambiar el perfil de la ciudad, por donde ha de pasar el futuro corredor europeo París-Budapest. Los verdes ni callan ni asienten, y se convirtieron en el segundo partido más votado en las elecciones al parlamento europeo y en la primera fuerza política, con gran capacidad de decisión, en los comicios municipales. Y es que en cada rincón de esta abstencionista Europa tienen sus propios dolores de cabeza y su problemática cívica local. Basta con darse un paseo informativo por pueblos, regiones y ciudades para confirmarlo, aunque siempre, eso sí, con el denominador común presente en todos los lugares: el partido ganador por goleada, el de la abstención.

Y es el tema de la abstención en las elecciones europeas el que debía estar ahora mismo en boca de todos y no lo está ni más allá de los Pirineos ni en la maltrecha costa mediterránea valenciana. En su lugar, y una vez más, por estos pagos aparece el desatino como interpretación, que no reflexión, en las manifestaciones de nuestros representantes políticos. Con las cuatro reglas matemáticas en las manos aquí también ganó la abstención, y los votos depositados en las urnas le dieron el triunfo a una derecha valenciana que al analizar los resultados confunde Europa con las partes viriles y sensibles del caballo de Espartero, o con las imputaciones de jueces y fiscales que tienen pendientes algunos de sus gerifaltes, o con el hecho de que la inmensa mayoría de los valencianos, abstencionistas incluidos, seamos cortos de mollera, según la sin par interpretación del ciudadano ejemplar Carlos Fabra. Porque los listos, la gente en general según el adalid provincianista, acudieron a votar al PP sin importarles la catadura política y moral de sus dirigentes. Así que, poniendo la expresión "fabriana" en activa: la mayoría abstencionista y todos los que no votaron al PP de Fabra y Camps, todos, absoluta y mayoritariamente todos los demás somos tontos.

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