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Cataluña, ¿paradigma de cohesión?

El suspenso de la escuela pública en la 'reválida' de primaria alarma al mundo educativo - Los expertos ven en peligro el modelo catalán de integración social

Jordi Pujol siempre tuvo a gala, y con él muchos intelectuales, que Cataluña había logrado la cuadratura del círculo: garantizar no sólo la convivencia social y lingüística entre la inmigración del siglo pasado y la población local, sino también un patrón de integración cimentado en la expectativa que tenían las capas más desfavorecidas de encaramarse al ansiado estatus de la clase media. Ahora que la nueva oleada migratoria y la galopante crisis someten a examen este exitoso modelo, su principal motor, una educación pública llamada a corregir las desigualdades sociales, exhibe alarmantes muestras de fatiga.

Los datos de la primera reválida, la prueba hecha a 60.000 alumnos catalanes de primaria (11 y 12 años), son concluyentes. Uno de cada cuatro niños no tiene el nivel mínimo para pasar a secundaria en catalán, castellano y matemáticas. Los peor parados son los estudiantes de nivel socioeconómico más bajo. La inmensa mayoría, alumnos de la escuela pública, donde el porcentaje de suspensos en este examen sin valor académico supera con creces el de la concertada y triplica el de la privada.

"Para unos, el colegio es la autopista al éxito; para otros, un callejón sin salida"

Joan Estruch, catedrático de castellano del Instituto Balmes de Barcelona, afirma: "Los resultados de las pruebas confirman lo que otros indicadores ya señalaban. Configuran un mapa de los puntos fuertes y los puntos débiles del sistema educativo. Pero aquí tampoco hay grandes sorpresas, aunque sí motivos de alarma. El bajo nivel educativo, aunque con muchas excepciones, se concentra en los sectores sociales más débiles, con lo que el fracaso escolar se convierte en el anticipo de un fracaso social irreversible". Y añade: "La escuela no cumple su función de ascensor que corrige desigualdades sociales, sino que las reproduce y aumenta. Cataluña no puede permitirse que la escuela sea para unos la autopista que conduce al éxito social, y para otros, una carretera secundaria que lleva a salidas devaluadas o al callejón sin salida de la marginación".

"La escuela no compensa las desigualdades de origen", apunta la portavoz del sindicato Ustec, Rosa Cañadell. "La escuela pública no es el problema. La clase socioeconómica influye en las notas, pero no se han dado los recursos necesarios a la pública y se han dado conciertos a centros que no los necesitan, consolidando una doble red escolar", añade Cañadell.

Ramon Plandiure, profesor de Políticas de Enseñanza de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), coincide en que la escuela no ha tenido el éxito esperado como ascensor social. "La primaria no es el oasis que se decía que era; tiene problemas serios. El nivel socioeconómico determina en parte los resultados. Por eso debe haber políticas de apoyo no sólo a las escuelas, sino más globales."

En opinión de Carles Sigalés, profesor de Políticas Educativas de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), "la escuela debe intentar compensar las desigualdades. Pero su capacidad es limitada porque la motivación y el incentivo está en la escuela, pero también en la familia y en la sociedad. Las empresas, al ofrecer empleos poco cualificados a chicos de 16 y 17 años, también son responsables".

Para Jordi Sánchez, director de la Fundación Jaume Bofill, el hecho de que escuelas de un nivel socioeconómico similar tengan resultados distintos revela que la acción del profesorado influye en los resultados. Y además, el cobro de cuotas por parte de los colegios concertados "supone una exclusión y dificulta que la educación corrija las desigualdades sociales".

Joan Teixidó, profesor del departamento de Pedagogía de la Universidad de Girona, subraya que la "inmigración añade más complejidad" a la enseñanza, lastrando esa función cohesionadora que se le reclama.

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