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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Barcelona romana

Juan Miñana y los orígenes del poder político-económico

Juan Miñana ha situado todas sus novelas en un mismo escenario: Barcelona. En La claque (1986) -brillante sátira sobre la manipulación de masas centrada en una academia de aplaudidores profesionales-, nos llevaba a la Barcelona de finales del XIX, desgarrada entre los teatrales fastos burgueses y la seducción portuaria, para narrar una patética historia de amor en torno a la pasión que sobrevive a la decrepitud física. En El jaquemart (1991) -lúcida metáfora sobre el arte de novelar-, plasmaba la inútil batalla contra el paso del tiempo en el personaje de un relojero de la Casa Real empeñado en la construcción de un autómata para el campanario de la catedral, símbolo de las virtudes de la ciudad: constancia, puntualidad, humor y paciencia. La playa de Pekín (1996) reconstruía la historia del paisaje al óleo pintado por Isidre Nonell que da título a la novela. La Barcelona de 1963 que celebra sus 500 años de turismo es el escenario de Noticias del mundo real (1999), que versa sobre el rodaje en la Ciudad Condal de las últimas escenas de El fabuloso mundo del circo -película interpretada por John Wayne, Rita Hayworth y Claudia Cardinale-, en el que participan dos jóvenes estudiantes de Derecho. Y ahora, en Hay luz en casa de Publio Fama, Juan Miñana nos traslada a Barcino, la recién fundada colonia del Imperio romano, en la que se urden y traman las varias intrigas con que las familias patricias consolidarán su creciente poder político-económico.

Hay luz en casa de Publio Fama

Juan Miñana

RBA. Barcelona, 2009

366 páginas. 22 euros

Y no podía haber elegido Miñana mejor personaje para adentrarnos en el remolino de esa bullente colonia que vive las jornadas previas a los comicios electorales que este Publio Fama, el primer cronista de la ciudad. Porque, si inicialmente es tomado por un simple e inofensivo contador de historias, a quien los patricios contratan para amenizar sus fiestas y convites -junto a histriones, acróbatas y demás-, sabedor de que en Roma los informadores gozan de creciente prestigio, Publio aspira a madurar y perfeccionar su profesión. La novela se abre precisamente con una carta de Silvia -su compañera y amiga de infancia, en viaje de novios a la Urbe-, describiéndole las rostras romanas, donde se trafica con las noticias: "Los informadores conocen el desarrollo de las últimas batallas, el precio del trigo en Egipto, la llegada de una flota comercial desde Oriente; comentan las nuevas de la Casa Imperial o las disposiciones del Senado, cuyas actas renuevan ¡cada día! en un mural indescifrable no sólo para la mayoría analfabeta, sino para los que no gocen de una vista de águila, pues los subrostranos no permiten que se acerque nadie a la fuente de sus informaciones".

En Hay luz en casa de Publio Fama, Juan Miñana construye una poderosa fábula moral de indudable actualidad sobre las relaciones entre información y poder, que incluye una firme denuncia de los buhoneros y especuladores de la realidad de cada día o de una profesión en la que conviven "los informadores más honrados, las mentes más críticas, los propagadores de las mentiras más interesadas o los simples charlatanes y saldistas de la difamación". Y la construye desplegando ante el lector un fabuloso friso repleto de grandes y pequeños personajes que urden la intriga y animan la vida cotidiana de la época, muy bien reconstruida. El lector advierte la labor de estudio e investigación previa a estas estampas tan variadas que dan a la novela una gran sensación de realidad. Y el lector celebra la reaparición de Juan Miñana en nuestro escenario narrativo, con su lúcida mirada y su voz, brillante y personal. -

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