_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Las elecciones de Papi & cía

De un tiempo a esta parte, la pregunta más repetida en tertulias y conciliábulos es ¡qué carajo hacen los italianos votando a Berlusconi! Il Cavaliere, Papi, operator, volvió a ganar las elecciones europeas y la pregunta se multiplicó por millones después del escándalo moral de sus fotografías, de la utilización de fondos públicos para fines privados, de su pretensión de presentar top models para que enseñaran las tetas en la campaña, la presunta presencia de menores en las fiestuquis del señorito y del dedo acusador del ex primer ministro checo Mirek Topolanek.

Una y otra pregunta se suceden como en aquellos tiempos en que Vizcaya se preguntaba qué le pasaba a Julen Guerrero. Habrá miles de opiniones, muchas de ellas documentadas, pero hay una que yo repudio de salida y que ahora se repite mucho: los italianos tienen lo que se merecen. Ningún pueblo se merece a un dictador, sea de guante blanco, sanguinario, informe. Los italianos no se merecen a Berlusconi. Dicho lo cual, se puede decir que quizás tienen lo que están buscando. Cada cual lleva en sus lágrimas los clavos de su cruz. La peor consecuencia de las elecciones europeas no es si ha ganado la derecha o ha perdido la izquierda (que las dos cosas han pasado), sino que las conductas morales, salvando todas las distancias, afectan muy poco a la voluntad del voto. Hay quien piensa que incluso una mala fama respecto a la corrupción, al caudillismo, a las posturas antidemocráticas, a los excesos verbales o morales puede ser rentable. A largo plazo, no, pero de forma inmediata, que es la auténtica preocupación de algunos políticos, sí.

Me hizo gracia -a fuer de sincero, diré que me desternillé- cuando María Dolores de Cospedal justificaba el éxito electoral del PP en Valencia en que la gente había reaccionado al acoso sufrido por Camps, obviando que tal acoso se medía en imputación judicial, que es algo más que una salida de tono en un mitin. Y se quedó tan ancha.

La derecha, defensora de los valores fundamentales de no sé qué, resulta que pone a la judicatura, a los indicios justificados, a los casos de prevaricación, a la alteración de las leyes en beneficio propio (vía Berlusconi) en un segundo lugar. Lo que impera es Gran Hermano, ese sarcófago de momias vacías, donde el único objetivo es ganar a costa de lo que sea.

Pues sí, ganó Berlusconi, y ganó Camps, y Fabra y Sarkozy (perdón por el desorden sintáctico) y todos esos partiditos europeos fachas y xenófobos que aún son pocos, pero acojonan. ¿Y la izquierda? No sabe, no contesta. En las dos últimas décadas no ha habido ni un solo líder de la izquierda capaz de entusiasmar a la grada en toda Europa. Casi todos han muerto políticamente (Blair, Brown, Francia no existe, Schroeder dijo adiós desde el andén). Hasta los países nórdicos son de derechas. Y, ya sé que tampoco hay grandes líderes en la derecha con aportaciones interesantes para el mundo. Pero nadie le pidió jamás a la derecha que pensara. Eso es cosa de rojos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_