Todos culpables
Uno de cada cinco nuevos eurodiputados es un ultraderechista, un racista, un xenófobo, un antieuropeísta, que detesta a judíos, musulmanes y gitanos. Una joya, vamos.
Sí. Nick Griffin (Gran Bretaña), Geer Wilders (Holanda), Krisztina Morvai (Hungría), Heinz-Christian Strache (Austria) son algunos de los líderes extremistas de esta Europa peligrosamente escorada a la derecha salida de las urnas el pasado domingo.
La derecha ha barrido a la izquierda. La aportación española al pelotón conservador está encabezada por un destacado representante del sector patrio más reaccionario: Jaime Mayor Oreja. El mismo que considera que el aborto es más reprobable que la masiva violación de menores.
El PP vive días de euforia. Sin complejos, líderes imputados en presuntos y variados delitos se jactan de haber sido indultados por las urnas. Carlos Fabra, al que el fiscal le pide dos años de cárcel, afirmaba exultante el lunes que "la gente es muy lista" y por ello le importa poco si él mismo y "Paco Camps somos culpables o inocentes".
El jefe de filas del partido, Mariano Rajoy, rendía pleitesía al imputado Camps y le gritaba entusiasmado: "Paco, estamos contigo".
En el patio andaluz, un exultante Javier Arenas celebraba una nueva derrota en las urnas. El líder popular presumía de haber acortado en 10,15 puntos la distancia con los socialistas. Sólo están ya a ocho puntos. Si las del domingo hubieran sido elecciones autonómicas, los socialistas habrían vuelto a alcanzar mayoría absoluta en el Parlamento. ¡Y Javier tan contento!
No es de extrañar. La biografía de Arenas en la página web del PP andaluz (http://www.ppandaluz.es/categoria/biografia.html) oculta las tres derrotas cosechadas por su líder ante Manuel Chaves (1994, 1996 y 2008). No existen. Por qué contar esta última derrota, si hemos acortado distancias, se preguntarán los populares.
En la otra orilla, sorprenden también algunos argumentos. Porque los socialistas han perdido las elecciones. En España y en Europa. Ha sido una derrota estrepitosa en algunos lugares (Gran Bretaña) y sin paliativos en otros (España). El PSOE ha perdido votos prácticamente en todas las comunidades. De manera espectacular en Madrid y Valencia, refugio de los implicados en el caso Correa.
Los socialistas catalanes se han dejado en la cuneta 205.000 votos. Y los andaluces casi 100.000. No sirve el argumento de que el PSOE ha sido el partido socialista más votado de toda Europa.
Urge, a todos, hacer una reflexión. Políticos, periodistas, ciudadanos. Todos somos culpables. Los primeros, por perder el tiempo de la campaña electoral en minucias: la gripe, los Falcon, los escoltas, los encuentros planetarios. Deberían haber hablado más, mucho más, del sueño europeo.
Los segundos, por haber primado el disparate, el estrambote, el exabrupto de los mítines antes que el análisis riguroso de los males que aquejan a la vieja Europa: el paro, la inmigración, la crisis, la educación, la sanidad.
Los ciudadanos, muy especialmente los de izquierdas, por desertar de las urnas. Más de la mitad de los europeos pasaron olímpicamente de las elecciones. El 57,59% de los andaluces (más que la media nacional) ignoró la cita electoral. Cádiz tiene el poco honroso honor de ser la segunda circunscripción más abstencionista del país: el 65,18% prefirió el cachondeíto al deber ciudadano.
Esa izquierda exquisita y apoltronada quizá se lamente hoy de su pasotismo injustificado. Como titulaba el martes este periódico: "La derecha europea gestionará con manos libres la peor crisis de la Unión Europea". Una crisis provocada por esa misma derecha y su insaciable codicia. Y a la derecha de esa derecha, un pelotón de ultras xenófobos querrá convertir el Viejo Continente en un infierno.
Pero ya no vale lamentarse.
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