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Columna
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La deriva centralista

Enric Company

Los electores han castigado este fin de semana a lo largo y ancho de la Unión Europea a unos Gobiernos y a otros no, aunque a grandes rasgos unos y otros están aplicando similares políticas ante la crisis económica. En muchos países, la gran mayoría, y España entre ellos, han ganado partidos perfectamente identificados con el modelo económico neoliberal que nos ha llevado a la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Si la elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos se insería en la lógica de castigar al fundamentalismo de mercado, o por lo menos de poner fin a ocho años de barra libre para sus profetas, ¿por qué Europa se ha orientado este fin de semana en dirección contraria?

En España avanzan las fuerzas partidarias de recentralizar políticas en torno al nacionalismo españolista

El empeño de plantear las elecciones europeas en clave local y luego interpretar sus resultados en esa misma clave, tanto por los gobiernos como por los partidos que están en la oposición, explica quizá parte de las contradicciones surgidas de las urnas. Puede que unos comicios planteados por todos en clave europea hubieran dado otros resultados. Pero es imposible saberlo y especular sobre ello no sirve para nada. Puede que ese empecinamiento explique también el aumento de la abstención. Sea como sea, la lógica política local se ha impuesto y, en Cataluña, ha dado una situación que recuerda en parte al primer instante poselectoral de las autonómicas de 2003, cuando CiU celebraba equivocadamente su victoria sin darse cuenta de que había ganado la izquierda y tras 23 años de vivir en palacio iba a emprender la travesía del desierto en la que todavía está. En los resultados del domingo no hay base fáctica para que la presidenta del PP catalán diera por derrotado al tripartito presidido por José Montilla.

Los resultados catalanes indican estabilidad electoral. Se mantiene la clara mayoría progresista y catalanista, con una izquierda con suave tendencia a la baja, pero todavía muy arriba, y una derecha con tendencia al alza también muy suave, pero todavía bastante lejos de la mayoría. La derecha ha quedado a 10 puntos porcentuales de la izquierda. Es menos que en las anteriores europeas, pero no es poco. Es lógico que a CiU le llene de satisfacción recuperar el segundo puesto en la clasificación que el PP le arrebató en 2004, porque para un partido que se considera la encarnación política de las esencias nacionales catalanas era muy duro estar por detrás de Alejo Vidal-Quadras.

Pero si alguna interpretación puede hacerse de estos comicios en clave catalana es que el balance general español es negativo tanto para el federalismo como para el autonomismo, que son las dos opciones principales del catalanismo. La derrota del PSOE frente al PP es un reforzamiento del nacionalismo españolista tan bien representado por Jaime Mayor Oreja cuando se enorgullece de que su abuelo erradicara la lengua vasca de la mente de sus hijos en beneficio de la lengua castellana. El auge del partido de Rosa Díez refuerza esa orientación general del electorado en algunas zonas de España. Demuestra una vez más que se puede obtener fácilmente muchos votos en Madrid y otras zonas de la España castellana si en ellas se predica que en Galicia, Euskadi, Cataluña y Baleares se margina a los castellanohablantes, por mucho que eso no se corresponda con la realidad.

Estas posiciones han avanzado en la España central de la mano de estos partidos y la coalición mediática que les aúpa. Van acompañadas con la música, que también tocan instrumentistas tan calificados como los ex presidentes José María Aznar y Felipe González, de que conviene recentralizar determinadas políticas, como las culturales, económicas y de enseñanza, que se cedió a las comunidades autónomas, incautamente según ellos, en el momento de debilidad del españolismo tras la muerte de Franco.

Todo esto sí es preocupante para la gobernante izquierda catalana y para CiU. Esta orientación del electorado hacia el nacionalismo españolista pesa como una losa sobre el PSOE y sobre el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y se suma a las dificultades de tipo territorial y hacendístico existentes para resolver lo que se ha venido en llamar los problemas de la carpeta catalana, en particular la financiación de la Generalitat.

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