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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Efraim Katzir, cuarto presidente de Israel

Rechazó un segundo mandato para dedicarse a su profesión de bioquímico

Pocas cosas no le sucedieron a Efraim Katzir, nacido en Kiev en 1916, emigrado a Palestina a los seis años de edad junto a su familia, y convertido en el cuarto presidente de Israel, en 1973, después de dedicar su vida a la ciencia, actividad a la que regresaría este bioquímico después de rechazar un segundo mandato. Por entonces, su esposa ya padecía una grave enfermedad. "Nunca deseó permanecer en la torre de marfil", recuerda Abraham Haim, lejanamente emparentado con el ex mandatario fallecido el sábado, 30 de mayo, a los 93 años.

Hijo de un sastre, la biografía de Katzir sigue el patrón de tantos emigrantes judíos a la convulsa Palestina gobernada en aquellos años por la corona británica. Ingresó en la Universidad Hebrea de Jerusalén para licenciarse en Bioquímica y a partir de 1939 comenzó a desempeñar funciones importantes en la Haganá, el embrión del futuro Ejército israelí. Su misión: desarrollar explosivos y otras armas. Participó en la guerra de 1948 y años más tarde, entre 1966 y 1969, fue nombrado científico jefe del Ejército. No atesoraba ambiciones políticas desmedidas, pero era amigo íntimo del fundador del Estado, David Ben Gurión, y le tocó vivir un momento trascendental: recibió en noviembre de 1977 al presidente egipcio Anuar el Sadat en su histórico viaje a Jerusalén, dos años antes de que ambos países firmaran el primer acuerdo de paz entre Israel y un país árabe.

Científico de prestigio, durante 60 años trabajó en el Instituto Weizmann de Rehoboth, la ciudad en la que falleció. Galardonado con los más importantes premios de Israel, fue el primer ciudadano de este país elegido como miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos. Mucho más inclinado a la investigación que a la política, Katzir se convirtió en presidente de Israel en una de las coyunturas más dramáticas para el Estado sionista, en vísperas de la guerra de Yom Kipur. Aupado a la más alta magistratura del país por la primera ministra Golda Meir, el presidente -siempre empeñado en evitar señalar culpables, algo consustancial a la política israelí- se hizo célebre por una sentencia: "Todos somos culpables". A su juicio, era imprescindible buscar la responsabilidad del desastre en aquella guerra, que finalmente costó el cargo a Meir, en los males que aquejaban a la sociedad israelí.

Fue uno de los miles de dirigentes que creyeron en la posibilidad de crear una sociedad diferente. "Deseaba cambiar la moral del Estado y crear una sociedad progresista", explica Haim. El Israel que ayudó a crear -el de los kibutz, el de una economía centralizada y con tintes socialistas- poco tiene que ver con lo de ahora. Katzir siempre hizo gala de modestia y comedimiento.

Su vida estuvo marcada por continuas tragedias. Dos de sus hijas, todavía jóvenes, murieron en accidentes. Y su hermano, Aharon, también científico, pereció en un ataque terrorista perpetrado por un japonés en el aeródromo de Lod en mayo de 1972.

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