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El principal rival de Ahmadineyad acepta negociar el plan nuclear iraní

El candidato reformista Musavi ofrece diálogo a la comunidad internacional

Ángeles Espinosa

El principal rival de Mahmud Ahmadineyad en las elecciones presidenciales del 12 de junio dijo ayer que si sale elegido está dispuesto a sentarse a negociar sobre el programa nuclear iraní con las potencias occidentales. Las palabras de Mir Hossein Musavi contradicen formalmente al actual presidente que el pasado lunes descartó la necesidad de nuevas conversaciones con el llamado G-6 (EE UU, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania).

"Si salgo elegido presidente de Irán, continuaré el diálogo con el G-6", manifestó Musavi durante una conferencia de prensa. El candidato ridiculizó la política exterior de Ahmadineyad en un intento de atraerse los votos de los sectores reformistas. Sin embargo, no está claro que el jefe del Gobierno tenga capacidad para decidir sobre una cuestión que, según la Constitución iraní, es competencia del líder supremo, un cargo no electo que en la actualidad ostenta el ayatolá Alí Jamenei.

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De hecho, la cadena por satélite Press TV, que depende directamente de la oficina del líder, matizaba en su web las palabras de Musavi subrayando en el titular que "rechaza el compromiso". En efecto el candidato también declaró que "Irán nunca comprometerá su derecho a desarrollar la tecnología nuclear". En este punto existe consenso entre las élites que gobiernan Irán. Durante su mandato, Ahmadineyad ha convertido el programa atómico en una cuestión de orgullo nacional.

"No abandonaremos nuestro derecho a la tecnología nuclear, pero estamos dispuestos a dar garantías de que no pretendemos fabricar armas", precisó Musavi.

Después de dos décadas de desarrollo secreto, la comunidad internacional sospecha que el objetivo de Teherán es hacerse con armas nucleares. Los portavoces iraníes insisten en que sólo desean producir electricidad, pero han rechazado suspender el enriquecimiento de uranio, que puede ser utilizado tanto con carácter civil como militar. En abril, el G-6 invitó a Irán a volver a la mesa de diálogo, pero las palabras de Ahmadineyad el lunes han supuesto un jarro de agua fría.

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Aunque Barack Obama tendió la mano a la República Islámica tras su llegada al poder el pasado enero, Teherán ha esquivado dar una respuesta clara. Como resultado, tanto dentro como fuera de EE UU están aumentando las presiones para que el presidente norteamericano actúe antes de que sea demasiado tarde. La semana pasada, Obama puso una fecha de caducidad a su oferta de diálogo al afirmar que esperaba ver un avance serio antes de fin de año. Washington y Teherán rompieron relaciones a raíz de la revolución islámica de 1979 y las tensiones entre ambos se han agrandado desde que Ahmadineyad llegó a la presidencia en 2005.

"Mantener conversaciones con Estados Unidos no es un tabú para mí", señaló Musavi. Una vez más, sus palabras estuvieron matizadas por un "si Estados Unidos cambia en la práctica su política hacia Irán". También una vez más esa decisión está en manos del líder supremo. Aunque un estilo político menos agresivo facilitaría la comunicación, no será suficiente si las autoridades iraníes no llegan antes a un consenso.

Mir Hossein Musavi, candidato reformista a las elecciones presidenciales de Irán, en una conferencia de prensa en Teherán.
Mir Hossein Musavi, candidato reformista a las elecciones presidenciales de Irán, en una conferencia de prensa en Teherán.AFP

Violencia en el sureste

Un responsable provincial iraní acusó ayer a EE UU del atentado del día anterior contra una mezquita chií de Zahedán (sureste de Irán). El ataque, uno de los más sangrientos desde la guerra con Irak de los años ochenta, dejó 25 muertos y un centenar de heridos y adquiere mayor relevancia a dos semanas de las elecciones presidenciales.

"Hemos detenido a tres personas y según la información obtenida fueron reclutados por Estados Unidos y los agentes de la arrogancia", declaró a la agencia semioficial Fars Jalal Sayyá, vice gobernador de Sistán-Baluchistán.

Las autoridades iraníes a menudo responsabilizan a Washington de querer desestabilizar su país apoyando a grupúsculos terroristas en las regiones fronterizas, donde se concentran las minorías no persas. En Sistán-Baluchistán, Jundalá (Soldados de Dios), un grupo vinculado con Al Qaeda, trata de capitalizar el descontento de los baluchis, un 2% de la población iraní y que además profesa la rama suní del islam en vez del chiísmo oficial. Sin embargo, esa provincia, fronteriza con Afganistán y Pakistán, es también una de las principales rutas de tránsito de drogas.

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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