Un campo de batalla
Una minoría empaña de nuevo la celebración del triunfo azulgrana
Contenedores, vallas y maceteros tirados en medio de la calle; motos por el suelo; semáforos, papeleras y cabinas de teléfono arrancados de cuajo; cristales rotos. La historia se repitió. La celebración de la tripleta del Barça en Canaletes acabó mal. Fatal. Otra vez, como el día de la goleada al Real Madrid, el de la Copa del Rey y el de la consecución de la Liga. Sólo que esta vez hubo más de todo: más carreras, más desperfectos, más detenidos, más heridos y hasta más tarde todo ello. Los incidentes comenzaron a la una en la calle de Pelai y se prolongaron más allá de las tres de la madrugada.
A esa hora, el campo de batalla en que se convirtió el entorno de Canaletes y la plaza de Catalunya se extendía por el Raval hasta la plaza de la Universitat, subía por la Rambla de Catalunya y el paseo de Gràcia, y alcanzaba el hotel Majestic, a la altura de Mallorca. Allí, dos turistas en chancletas se las vieron y desearon para cruzar la calle sobre una alfombra de vidrios. Más abajo, tres furgones de los Mossos d'Esquadra cortaban todavía el tráfico mientras sonaban sirenas de fondo y el helicóptero sobrevolaba el centro alumbrando con un potente foco.
A las 3.00 horas continuaba cortado al tráfico el paseo de Gràcia
Los incidentes se extendieron por el Raval, Universitat y el Eixample
Ya puede el Ayuntamiento intentar repartir al personal y la policía mejorar sus dispositivos con agentes de paisano, altavoces o cámaras. Da igual: en las celebraciones de los títulos azulgrana, se lía siempre. Y comienza siempre igual. Mientras decenas de miles de personas -más de 100.000 ayer, según los cálculos oficiales- saltan y cantan, eufóricas pero sin tomarla con nada ni nadie, un grupito de un centenar toma posiciones frente a la valla del dispositivo policial. Comienza el desafío, normalmente con insultos y, última moda, haciendo calvos: enseñando el culo a los agentes. Hasta que vuela la primera botella, y otra, y otra... Los agentes recurren al altavoz para pedir, por favor, que pare la lluvia y que la gente se baje de los quioscos de prensa y las marquesinas de autobús. Y no paran. Y no se bajan. Y la paciencia se acaba. Y comienzan los disparos de pelotas de goma. Y con ellos las carreras.
La otra fiesta está servida y se esparce a toda velocidad. Esta vez fue novedad la asombrosa facilidad con la que la minoría de alborotadores desmontó la valla de la calle de Pelai, pensada justo para que no se atraviese y mucho menos se desmantele. También fue insólito que recibieran botellazos y latas los periodistas de televisión y fotógrafos apostados en los balcones del hotel Lloret, los más cercanos a la fuente de Canaletes, para tomar imágenes de la celebración.
En plenas carreras y como ya ocurrió en las tres anteriores celebraciones, resulta que los cordones de seguridad que instala la policía en las calles adyacentes a La Rambla -como la de Tallers y la del Carme- se convierten en una trampa para quien no tiene otra intención que regresar a casa después de celebrar el título. "Prohibido pasar", anunciaban los agentes antidisturbios a los vecinos de la zona. Solución: dar una enorme vuelta hasta Balmes con Gran Via para volver a entrar en el Raval, pero por detrás. Y mientras, los turistas no tenían ningún problema para pasar los controles de camino, decían, a sus hoteles.
Las sucesivas cargas policiales vaciaron rápidamente el centro de Barcelona entre carreras multitudinarias, sonido de sirenas y furgones circulando por todas partes. A las 2.30, en plena trifulca, dos furgones subieron por el lateral de la Rambla de Catalunya y giraron por Consell de Cent contra dirección. Los conductores que circulaban correctamente aún no se lo creen. Y quienes lo vieron no entienden por dónde pasaron los furgones.
En vista de la que se organizó, con miles de personas saliendo del centro a toda velocidad, la cifra de heridos -153 aficionados y 89 agentes de policía- se antoja corta. Entre otras cuestiones, porque había multitud de niños pequeños en la calle y buena parte de los no tan jóvenes iban objetivamente pasados de alcohol.
El fin de la película es también siempre el mismo. Pequeños grupos siguen desafiando a la policía, pero con más espectadores -apoyados en las paredes y sentados en las entradas de las tiendas- que alborotadores. Cuesta calmar los ánimos. Un ejemplo: eran más de las 3.45 cuando todavía se oían sirenas bien cerca en la zona de la Sagrada Familia y había un grupo que la tomó con los carteles de propaganda electoral.
Aparte de los 119 detenidos en Barcelona, los Mossos d'Esquadra arrestaron a otras 15 personas en distintas ciudades catalanas. En la otra punta de España, en Granada, también hubo disturbios cuando un grupo lanzó una botella a un coche de policía y le rompió el cristal de una ventana. En la ciudad andaluza ya se registraron incidentes durante la celebración del triunfo de la selección española en la Eurocopa.
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