Viaje a la ruta del exilio
La Generalitat fleta un convoy a Portbou para recordar el éxodo republicano
Una cálida tramontana soplaba ayer en el collado de Belitres, en Portbou (Alt Empordà). "No te puedes imaginar el frío que hacía" hace 70 años, rememoraba una mujer en este punto entre España y Francia. Recordaba el momento en que lo cruzó, siguiendo a sus padres, que huían de las tropas franquistas en febrero de 1939. El medio millón de republicanos que engrosaron las filas de ese éxodo llegaron a pasos como el de Belitres hundidos y cargados de miseria. Ayer, algunos regresaron al escenario de su derrota. Y aplaudieron cuando su compañera Montserrat Julio proclamó que, al final, "habían ganado la guerra".
Los septuagenarios viajaron hasta Portbou desde Barcelona en el tren del exilio, fletado por el Memorial Democrático, del Departamento de Interior, en el marco de las conmemoraciones del 70 aniversario del exilio. Una vez en el paso fronterizo, el consejero Joan Saura inauguró un monumento que perpetúa la memoria de los exiliados.
Entre los homenajeados estaba ayer Amadeo Gracia, que tenía cuatro años cuando cruzó la frontera. Se le humedecían los ojos a este hombre discreto, nacido en Monzón (Huesca), cuando recordaba que su exilio verdadero empezó cuando regresó a España, ya a principios de la década de 1940. Su madre había muerto en el bombardeo que le mutiló a él el pie izquierdo y a su hermana le arrancó de cuajo la pierna izquierda. Amadeo huyó sin entender nada, agarrado a su padre, que murió en Francia.
Uno de los paradigmas gráficos del exilio republicano lo constituye precisamente la fotografía del padre de Amadeo llevando de la mano a su hija, que lleva una prótesis de madera por pierna, y unos pasos por detrás se ve al pequeño Amadeo de la mano de Thomas Coll, un francés de la zona que acudió en ayuda de los exiliados españoles.
Amadeo Gracia regresó a los pocos años a un hospicio de Aragón, y entonces "se rompió la relación con la familia". Sigue buscando el cuerpo de su padre, y sigue sin saber en qué punto de Francia está enterrado.
"De los exiliados vamos quedando pocos, yo soy de los pequeños", advertía Gracia. La mayoría de exiliados presentes ayer eran niños cuando pasaron la frontera. Como Josefina Piquet, que huía de una guerra que, dijo, "no era la suya". Pero sí que heredó "traumas" que no venció hasta que empezó a contar su historia por las escuelas, hace ya unos años. "Iba hacia la frontera como una niña vencida y ahora vuelvo habiendo ganado la mayor batalla de mi vida: Romper el silencio", explicaba en el tren.
Y comentaba con la mujer que viajaba a su lado: "hay tantos exilios como exiliados". El tren era un ejemplo de ello. Los niños exiliados eran mayoría, pero no estaban solos. También viajaba, por ejemplo, Antoni Pou, que nació en Francia. Era 1943 y fue uno de los últimos bebés que vinieron al mundo en la maternidad de Elna, creada por la enfermera suiza Elisabeth Eindenbenz para atender los partos de las mujeres españolas exiliadas. Josep Prats, en cambio, era ayer uno de los expedicionarios más viejos: tenía 18 años cuando huyó y ya era soldado republicano.
A estas personas les acompañaban en Portbou jóvenes. Uno de los alevines era David Igual, de 13 años, que estaba "ilusionado" por saber de esas vivencias. Saura había calificado el exilio como "el peor éxodo que ha sufrido Cataluña". David Igual opinaba: "Hay que recuperar esta memoria porque forma parte de la historia de nuestro país".
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