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Reportaje:

El pintor del color y del paisaje

El Museo de Bellas Artes de Bilbao presenta una antológica de Joaquim Mir que sigue su biografía a través de los lugares donde residió

La burguesía catalana de las primeras décadas del siglo XX encumbró la pintura de Joaquim Mir (Barcelona, 1973-1940), los paisajes de un artista obsesionado por el color y la naturaleza. "Sólo quiero que mis obras alegren el corazón e inunden de luz los ojos y el alma", dijo en 1928 a modo de manifiesto. Los lugares donde vivió a lo largo de su vida y vieron evolucionar su obra marcan la exposición antológica de Mir que ayer fue inaugurada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. 80 obras, entre óleos, pasteles y dibujos, muestran su personal recorrido desde sus inicios en Barcelona, a la formación de un lenguaje propio en Mallorca, para evolucionar progresivamente hacia las escenas más realistas que pintó en los años finales de su vida en Vilanova i la Geltrú.

El comisario de la exposición, Francesc Miralles, destacó que Mir, a diferencia de sus compañeros de generación, no viajó a los grandes centros europeos del arte. Tampoco elegía los paisajes que plasmaba por el tema que reflejaban. "Sólo le importaba el color. No estaba preocupado por la teoría", recordó Miralles. "Pintaba a partir de una visión del paisaje capaz de interpretar la naturaleza de manera distinta".

Al margen de las corrientes renovadoras de la época, Mir pintaba con un estilo propio que en ocasiones le acercó a los impresionistas, al simbolismo o a los fauvistas. El comisario destacó la originalidad de los colores y los temas elegidos por Mir, desconcertantes en el panorama artístico que le rodeaba. Su radical independencia y su personalidad desmesurada fueron tejiendo una leyenda alrededor de su figura, a la que contribuyó un accidente que sufrió en 1904 al caer en los acantilados de Sa Calobra, en Mallorca. El suceso -caída fortuita o intento de suicidio- nunca llegó a aclararse y cambió la vida del artista. Mir, siempre "al borde del desequilibrio", en palabras de Miralles, sufrió una crisis que le obligó a permanecer dos años ingresado en un psiquiátrico de Reus.

Los problemas de salud no le impidieron seguir pintando. Tras la salida del hospital intensificó su actividad profesional en el campo de los murales y las vidrieras. En 1917 consiguió el reconocimiento institucional que tanto ansiaba con una medalla de la Exposición Internacional de Bellas Artes y acentuó el realismo que marcó su obra final.- Enlace

Más información de la muestra en www.museobilbao.com

Cinco escenarios

- La exposición antológica está estructurada en cinco bloques, en función de los lugares donde vivió el artista.

- 1873-1899. Barcelona.

- 1900-1904. Mallorca

- 1905-1913. Reus y el Aleixar.

- 1914-1921. Mollet del Vallès.

- 1922-1940. Vilanova i la Geltrú.

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