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AL CIERRE
Columna
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Vanidad dorada

Anoche se estrenó en el festival de Cannes la última película de Lars von Trier, que compite por la Palma de Oro con Pedro Almodóvar, Quentin Tarantino e Isabel Coixet, con su Mapa de los sonidos de Tokio; y si yo decidiese quién se tiene que llevar la Palma, se la llevaría Coixet, cuyo notable talento cinematográfico madura en cada nueva película. Pero luego habría que pechar con las iras de Lars von Trier, que es un genio del cine y una de las inteligencias más claras de hoy día, pero no soporta de buen grado la postergación. No, no va con él el lema admirable de los filosos estoicos, soporta y renuncia.

Lars von Trier se hizo famoso con aquella película tan bella e inteligente, Europa, que por sí sola desmentía el responso por el cine que entona Kundera en su nuevo libro (una miscelánea titulada Un encuentro, de próxima aparición en editorial Tusquets). Ahí Kundera define la triple naturaleza de la "imagen en movimiento". En primer lugar, dice, el cine es el principal agente de la estupidización. En segundo lugar, es un agente de indiscreción planetaria. Y en tercer lugar, por fin, también existe el cine como arte; pero su historia ha sido la más breve de las historias de todas las artes, y ya ha terminado.

Me gustaría detenerme en el responso de Kundera al cine, pero ya habrá ocasión cuando se publique Un encuentro. Ahora volvamos a Cannes. Lars von Trier había rodado Europa y estaba convencido de merecer la Palma. Como le asusta viajar en avión, fue en una roulotte desde Copenhague a Cannes. En el momento de la verdad el jurado, presidido por Roman Polanski, que también es un gran cineasta, y un hombre de escasa talla física, muy bajito, premió a otra película. A Von Trier a modo de consolación le dieron un premio menor, que desde luego está muy bien pero no es el premio gordo. El danés subió a recoger su premio y dijo, muy serio y circunspecto: "Europa ha sido producida, pensada y dirigida como una obra maestra... Gracias al enano por este premio".

Vanidad dorada que se revuelve al ser herida, incorrecta, bonita y chocante como una mosca en un plato de nata.

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