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Columna
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Hechizado

Digan lo que digan los rajoyólogos y analimarianos, cualquiera que sea la tesis que semejantes campeones del sufrimiento sustenten para explicar por qué el líder del Partido Popular insultó a los socialistas con su "¡Pero si ustedes no saben leer!", seguido de un imperioso "¡Qué gente!", cualquiera que sea la razón que ellos aduzcan, disiento.

No, lo que le ocurrió a don Mariano es que lleva días con el zumbido de Aznar planeando por sus alrededores. Justo en vísperas de lo que debería haber constituido una intervención parlamentaria galvanizadora de sus masas, el señor Rajoy tuvo que enfrentarse a la más cruda de las realidades. A saber, que el hombre que le designó a dedo no sólo no desaparece -metafóricamente hablando- mientras trisca de una cubierta de yate a otra con sus amiguitos de la derecha mundial, sino que ¡sigue escribiendo libros! Y el último, además, contiene la solución para la crisis económica en que nos ha sumido este Gobierno.

¿Cómo no iba a perder los papeles, el pobre? Atrapado de nuevo en la desazón espiritual a la par que humana que le invade -"¿Le gusto a Él, les gusto a ellos, me gusto a mí?"-, y consciente de que el libro de don José María es lo más clásico en materia de apaños neoliberales a lo Escuela de Chicago, don Mariano no se atrevió a sacar su propia lista de arreglos.

No fue un insulto, sino un clamor. Posiblemente hechizado por la omnipresencia del afable rostro de Aznar en quioscos y librerías, don Mariano lanzó su improperio para denunciar el cachondeo que el recetario de su jefe ha despertado en las filas progresistas. Ese hombre sufre por dentro.

Y no le debe de ayudar nada el pensamiento de que su querida niña española, cuando crezca, pueda ser tentada por la píldora poscoital.

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