Ekaterina Maximova, gran estrella del Teatro Bolshói de Moscú
Formó una pareja legendaria con el también bailarín Vladímir Vasiliev
La última gran estrella del ballet moscovita, Ekaterina Sergueievna Maximova, murió el martes, 28 de abril, en su casa de Moscú, a la edad de 70 años. Había nacido también en la capital rusa, el 1 de febrero de 1939. Al morir, su marido, partenaire y compañero de toda la vida, el bailarín y ex director del Teatro Bolshói, Vladímir Vasiliev (Volodia), estaba en el extranjero, según la portavoz del Bolshói, Ekaterina Nokimova.
Katia (como era conocida cariñosa y universalmente en el mundo del ballet) y Volodia formaban una pareja legendaria en todos los aspectos profesionales y humanos. El cineasta francés Dominique Delouche les dedicó un emotivo filme en 1989, Katia et Volodia, donde exploraba esta relación llena de intensidades y meandros mucho más allá de los escenarios.
Maximova fue adorada en París, Nueva York, Londres y La Habana por igual. En todas las grandes plazas de ballet del planeta se valoró su versatilidad, su línea y su técnica, su particular interiorización sensible de los grandes papeles clásicos. Ya en 1972, Irene Lidova escribía en Les saisons de la danse: "Es única, reúne lo mejor de la tradición con una vitalidad exquisita muy de nuestros días".
Ekaterina Maximova entró en la Escuela del Teatro Bolshói con nueve años y se graduó en la clase de la gran Elizabeta Guert. Entró en el Ballet del Bolshói como solista en 1958 y debutó en el papel de Katarina, del ballet La flor de piedra (Grigorovich). Fue un debú glorioso, que la llevó desde 1960 al aula de otra grande en el mismo teatro: Galina Ulanova, que la prepara largamente para Giselle y, ese mismo año, Kazán Goleizovski le crea un solo: Mazurca (Scriabin), siendo el primer coreógrafo que explota su técnica de verdadera filigrana sobre las puntas y sus posibilidades aéreas.
Medallas de oro
Después asumió Chopiniana (Fokin) y La fuente de Bajchirai (Zajárov). En 1957 gana el oro en el Concurso de Moscú y en 1959 arrasa en el de Viena. En Londres debutó en 1963, ya en pareja con su marido, Vladímir Vasiliev. Un año después, ganó la medalla de oro en Varna y, en 1974, la televisión soviética les filmó y difundió de forma internacional The duet, algo raro en aquellos tiempos.
La Musa en Paganini (Lavroski); Masha en Cascanueces (1966, de Grigorovich); Frigia en Espartaco (1968); Kitri en Don Quijote (Gorski); Cenicienta; Llamas de París (Vainonen); Aurora en La bella durmiente (1973): no hay un papel que no marcara con su delicadeza y su elegante manera de entregarse a una danza clásica que buscaba siempre la perfección en el sutil entronque más musical. Por ello, Pierre Lacotte la escogió para la reconstrucción en 1980 de Natalie ou la laitière suisse (Taglioni) con el Ballet Clásico de Moscú, la otra compañía rusa a la que estuvo ligada. De sus directores, Kasátkina y Vasiliov, estrenó varias obras experimentales. Bailó de Roland Petit El ángel azul y, probablemente, su recorrido sobre Romeo y Julieta sea incomparable: primero la versión de Lavrovski (1973, Bolshói); luego la de Maurice Bejart sobre Berlioz (Ballet del Siglo XX, Bruselas, 1978) y, finalmente, la de Kasátkina y Vasiliov en 1981, más dramática y particularmente expresiva. De estos creadores hace en 1984 la Eva de La creación del mundo. Bailó también dos versiones de Ícaro (1971 y 1976), ambas creadas para ella por su marido.
Entre sus filmes hay que destacar, además de la intervención en La Traviata, de Zefirelli, Aniuta, Galatea, Tango viejo y, sobre todo, Fouetté, dirigida por Vladímir Vasiliev, que ironizaba en clave satírica sobre la tiránica actitud de un hipotético director en un gran teatro junto a su mujer, una diva insoportable en el ocaso; todos supieron enseguida que se refería al propio Bolshói y a Yuri Grigorovich. El Estado soviético obtuvo duras críticas a la película, pero no se atrevió a prohibirla.
En 1972, Ekaterina Maximova recibió el Premio Anna Pavlova, entre muchos otros galardones; los últimos, el del Festival Internacional de Ballet de Miami, en 2006, y el de Cannes Ballet 2000 a toda una carrera junto a Vasiliev, que ya los recogió él en solitario. Su última aparición escénica fue con el Bolshói el 1 de febrero de 1999, con ocasión de su 60º cumpleaños. Entonces bailó un emotivo solo creado como regalo para ella por la norteamericana Martha Clarke sobre música de Schubert.
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